martes, 11 de noviembre de 2008

Conociéndome

El día de hoy traje conmigo parte del registro fonográfico que hace parte del 042685. El trabajo me ha estado consumiendo pero aún me quedan cosas por comprender, espero que esto termine de aclarar todas mis dudas. Enciendo el reproductor hasta que se comienza a escuchar...


-Pero ¿fuiste tú?
-Claro que no Nando, es inconcebible que yo haga algo así.
-¿Estás seguro? Yo te entiendo y se lo que te pasa por la cabeza de vez en cuando.
-Imposible, me rehuso a pensar que tan malvada situación haya sido provocada por mí, es algo totalmente salido de la realidad, tal evento solo hace parte de realidades alternas que solo existen en mis pensamientos.
-Mirate, mira en donde estamos. ¿No es inquietante para ti que sigamos aquí? No recuerdas nada, ¿no? Llama a Mata, ella nos ayudará con este problema

-Mata ¿qué sabes?
-¿Con respecto a qué? No me digan que siguen divagando en sus charlas, desperdiciando el tiempo con inocentes conversaciones filosoficas que los llevaran a lo mismo siempre; repetidamente les he dicho que se callen para poder pensar bien ¿A que te refieres exactamente muchacho?
-Nando me ha perturbado con una noticia…
-Muchacho, tu lo sabes todo; de hecho los tres sabemos todo. Muchacho, lo sabes, solo haz memoria y todos los vacíos se llenaran.
-En serio Nando, no se a que te refieres. Recuerdo haberme despertado muy temprano, lo recuerdo porque en mi cumpleaños siempre trato de quedarme todo el día en mi cama sin que nadie me joda la vida; pero no fue así, fue un día normal como siempre he querido que sea. Me levanté de mi fastidiosa cama para llevar a cabo mis ritos diarios. Después de acicalarme, mi usual visita al café de N es inevitable…

-Mata, ¿recuerdas que tu le llamaste N? ¿Por qué fue que la comenzaste a llamar así?
-Sí Nando, fui yo, el muchacho no quería apodos para ella, pero resulto aceptándolo. Ja ja ja. Surgió por su extenso nombre, además como muchos nombres extranjeros este era difícil de pronunciar para nosotros. Jajaja.
-Calla Mata… no te rías, ella siempre fue muy honesta y sincera con todos nosotros. Recuerdo que ese día N, me hizo quedarme hasta la noche en el café, por ser mi cumpleaños quería tenerme cerca, y muy gustosamente acepté, no es secreto para ustedes que siempre ha sido de mi agrado y gusto el estar junto a ella. Rara vez no voy a el café de N, me embelesa ese lugar, y no entiendo por qué. Tal vez como muchos escritores me dejo llevar por la necesidad de historias, y ese café es un foco o cúmulo natural de ellas.

-Tranquilo muchacho, no inventes historias, nosotros sabemos que te gusta ir por N. Ja ja ja. Pero ¿por que dices que “fue”?, no la mates todavía ¡Ja ja ja! Por cierto, yo la ayude anoche a cerrar el café.
-¿En serio? Nando me acaba de contar una tétrica situación…
-¿Qué fue lo que te contó Nando?
-Mata, ¿Recuerdas el sueño que tuvimos hace un tiempo? El del asesinato…
-Sí, pero ¿qué tiene que ver el sueño con N?
-La historia de Nando, es muy parecida a nuestro sueño… La vio muerta entre mis brazos anoche y yo no recuerdo nada.
-Nando, ¿Es verdad lo que dice el muchacho?
-Sí, les contaré. Después de que el muchacho salio del café, N quedo sola junto a su novia, yo lo sé porque me quedé afuera junto a un árbol que me proveía de un buen camuflaje en la noche; no podía arriesgarme a que me vieran, teniendo en cuenta lo que iba a hacer.
-Pero, yo estaba ahí anoche y no te vi Nando. ¿Que carajo hacías tú ahí?
-Mata, tú muy bien sabes el cambio que ha tenido el muchacho desde que conoció a esta tal N. Ya no es el mismo, muchacho, tú lo sabes has cambiado demasiado, pero el cambio ha sido para mas desgracias, sin esos cambios nosotros no tendríamos que estar aquí ¡Se debía suprimir a N del centro!
-Muchacho no puede ser que sea verdad lo que me estoy imaginando, ¿ustedes dos le hicieron algo a N?
-No sé, no recuerdo. Solo sé lo que Nando esta narrando...
-Entonces por favor permítanme continuar. Después de que Mata le ayudo a N a cerrar, seguí a N hasta su casa y allí ocurrió; debía suprimirla, por el bien de los tres. Así que tomé una bolsa de plástico, la puse sobre su cara, y presioné fuerte hasta que dejó de retorcerse. Siempre he dicho que es mi forma favorita de matar a alguien ¿Aún no lo comprendes muchacho? Si yo la maté por qué serías tú el que tenía a N muerta en sus brazos.

-Ya entiendo…. “Mata… Nando… a N”… eso fue lo que me dije cuando salí del café esa noche. Odiaba el control y el nivel de manipulación que N tenía sobre mí.
Estoy solo… Mata, Nando…
Por eso el cuarto de dos por dos… Maldita celda…


Envuelto en el silencio de mi habitación las cosas son ahora más claras para mi. El genio de la perversidad se encuentra muy cerca mío.

domingo, 26 de octubre de 2008

Cumbre con La Muerte


"¡Ven y devora este fantasma impío,
De pasado placer pálida sombra,
De placer por venir nublo sombrío!"
Gertrudis Gómez de Avellaneda


La ciencia exige tan solo que el pensamiento sea sistemático y comunicable. Si analizamos a fondo esa frase muy pocas cosas quedarían por fuera del alcance de la ciencia. Sin embargo debo admitir que en la situación que les relataré a continuación me encontré en el límite de la ciencia, experimentando algo que aún no soy capaz de comprender completamente. Debo contarles primero que estos meses de ausencia se deben principalmente a la necesidad del conocimiento que comencé a sentir desde aquel momento. Incluso me he alejado un poco de los círculos sociales que solía visitar, tan solo por esa vivencia aberrante que me persigue en sueños e incluso en el estado de más completa vigilia. En las pocas ocasiones que me he visto obligado a salir de mi refugio me encontré sorprendido por seres con fisionomía similar a la de Juan, llegando incluso confundir el mundo ilógico de los sueños con la realidad tangible y atroz. Yo se que los muertos no regresan, pero todo lo que acompañó aquella situación me hace dudar incluso de mi propia sanidad mental. Aún el día de hoy revivo pequeños aspectos tétricos de aquella tarde. He decidido realizar este pequeño documento para liberarme de alguna manera de los sórdidos pensamientos que me han acompañado en los últimos meses.

En toda mi vida no tendré probablemente la posibilidad de probar la hipótesis con la que me he hecho, mas es cierto también si seguimos la lógica que una vez se han descartado las opciones con mayor probabilidad la menos probable es la más cierta así esta última sea ilógica. Las bases sobre las cuales se erige mi pensamiento y mi formación me impiden admitir la existencia de algún método para conocer con precisión el momento exacto de la propia muerte, exceptuando claramente a los suicidas. Es algo que escapa a toda lógica de este mundo. Mucho menos aún el sostener la posibilidad de percibir el proceso que conlleva a la deleción final de la vida y comprenderlo.

Durante el mes de Julio me encontré visitando una pequeña ciudad costera pero con cualidades únicas, los rasgos coloniales de su arquitectura y las costumbres de su gente hacían del lugar completo un punto de observación del comportamiento humano más que interesante. Dedicaba mis tardes a observar con delicadeza y con mucha atención los rituales de apareamiento que tomaban lugar en aquella región. Me causan gracia todavía los movimientos del varón para tratar de conseguir la atención de una dama que no goza de la gracia ni de la sutileza que suelen llamar mi atención. Movimientos gruesos y miradas que buscaban llenar tan solo el cuerpo de un placer momentáneo y fugaz privándolo para siempre de algún deleite ultraterrenal.

A ese lugar llegó Juan una tarde. Fue una grata sorpresa para mi el encontrar un rostro familiar entre tantos grostescos y desconocidos personajes, lo llamé a la distancia y lo invité como dice nuestra costumbre a compartir una taza de café mientras transcurre el tiempo entre nuestras conversaciones sin sentido y sin ninguna conclusión.

Descubrí rápidamente los cambios que habían sucedido en él con el paso de los años; pasó de un ateo consumado y consumido por el hachís a un cristiano consumado y consumido por el hachís. El cambio externo de su personalidad se vio acompañado del nacimiento de un pequeño vástago y de la unión de Juan con la madre del ya nombrado. Sin embargo, en esencia seguía siendo el mismo Juan que había conocido.

Discutimos acerca de la cultura y la religión como factores influyentes en el desarrollo de nuevas conductas en el ser humano y de como estas son de utilidad para el funcionamiento de una corrupta y putrefacta sociedad occidental. Sin llegar a ninguna conclusión cambiamos de tema alrededor de esa droga deliciosa y legal.

La conversación dio un giro cuando le interrogué hacia su destino en una tarde de martes. Sacó de lo más profundo de sus papeles una hoja ambarina y ya roída, la puso encima de la pequeña mesa de madera señalándola para que la tomara y la leyera; la hoja resultó ser una carta que mostraba lo siguiente:

Subyugado me encuentro ante la profunda tristeza que me embarga y la gran danza de pensamientos que me visitan entorpecen mi diaria actividad. Aunque cualquier poeta o intelectual podría sentirse agradecido por los sentimientos que acompañan no me he caracterizado por cultivar la palabra o la mente, la cual me he encargado de matar lentamente por medio de ese elixir dulce y delicioso que baña el agua de los ríos que atraviesan los campos contiguos solo con el fin de eludir sosegadas reflexiones sobre el pasado y el presente. Sin embargo soy capaz de percibir mi estado y al mirarme observo el vulnerable y frágil ser en el que me he convertido, incapaz de soportar la espontaneidad de los movimientos del tiempo; un tiempo por el cual transito absorto gracias a las pequeñas maravillas que sus estragos dejan. Vulnerable ante pequeños cambios, ante las suaves gotas de una lluvia que pacifica la gastada relación entre el inclemente tiempo y la triste humanidad habitante de esta zona, el escozor producido por el agua sobre mi rostro en estos momentos resulta insoportable. Vienen entonces a mi mente recuerdos de mis memorias infantiles, cuando la lluvia era parte fundamental de los pueriles juegos que solíamos tener mi hermano y yo. El lodo sobre mis zapatos que significó una oportunidad para dibujar sobre el áspero cemento que forma la calle es ahora una especie de castigo incómodo para el piso de mi casa.
Habiendo perdido ya toda esperanza de encontrar nuevamente la esperanza, así sea un atisbo de estabilidad, comenzó a aparecer el temor de perder el control sobre mi mente y sobre mi persona. La confianza que en algún instante deposité en un inexistente dios hoy se ha disipado completamente, y la energía que antes dedicaba a los ritos religiosos sintiéndome como un desconocido mientras los llevaba a cabo terminó siendo una carga para mi. Extraños pensamientos sobre la muerte y el temor que desde joven le profesé fueron produciendo movimientos internos en mi corriente mental que concluyeron luego de un tiempo en descubrir que ya no existía el miedo realmente, que los hombres debemos simplemente liberarnos de los amarres impuestos por el corrupto mundo que quiere utilizar nuestros temores para hacer parte de una maquinaria oxidada.
El día de hoy descubrí que no disfruto el trabajar la madera como antes, y dejo este documento como testimonio que no fue una ingestión accidental. Si el trabajo no es lo mismo, y no disfruto de las actividades restantes de mi torpe vida, he decidido ir al encuentro de algo más y terminar con el tedio del cual mi vida se ha llenado. Espero que la muerte me brinde algo de diversión. Alma de los metales ¡Ayúdame por favor a encontrar mi alma!
Cesar Pizarro

Al terminar de leerla no entendí el significado de la misma. Fue cuando me dijo que pertenecía a su difunto tío, muerto por una intoxicación con Arsénico a manera de suicidio. Los detalles que me fueron revelados acerca del sufrimiento que padeció durante los siguientes tres días y que precedieron a su muerte son tan aterradores que evitaré el recordarlos a toda costa, pues aún sufro los efectos de aquella situación que ha dejado mi vida en ruinas, a pesar que ahora trato de recomponerla.

Solicitó con ahínco mi compañía en el tributo que iba a rendirle a su pariente, convenciéndome de hacerlo por medio de un discurso majestuoso. Con solemnes movimientos que jamás olvidaré emprendimos camino a la necrópolis previamente mencionada. Su mirada se tornó evasiva y miraba con ojos curiosos las múltiples tumbas que ante nosotros se alzaban imponentes y desafiantes, mostrando a la Muerte invencible, poderosa e incontrolable.

Sin conocer con exactitud el punto al que marchabamos me dedicaba a seguir a Juan tratando de continuar alguna de nuestras conversaciones, mas su voz sufrió un cambio que no soy capaz de describir, se hizo más profunda y un poco agitada a pesar de la lenta velocidad con la cual nos movilizabamos.

Llegamos al lugar indicado cuando el dador de luz sobre el firmamento se ocultó favorablemente detrás de una nube, como si no quisiera ver lo que Juan tenía que hacer. Pero tan solo encendió un cigarrillo enfrente del mausoleo e hizo una plegaria a su dios. Al finalizar su rito dimos media vuelta y caminamos hasta la sala destinada al manejo de los cuerpos. Se sentó como si esperara a alguien y no pronunció ninguna palabra en los siguientes minutos. La desesperación de la incertidumbre se estaba apoderando de mi normalmente calmado e inalterable ser. Mi respiración se agitó hasta el punto en que el flujo del aire que expelía de mis pulmones levantaba las hojas secas que se encontraban sobre los azulejos del lugar. Ese episodio sumado al difícilmente comprensible comportamiento de mi amigo aumentaron los rasgos paranoides de mi personalidad y la duda y la sensación de un peligro inminente alertaba todos mis sentidos y mientras trataba de mantener la entereza y la estabilidad de mi mente mi joven amigo se encontraba mirando una esquina ensimismado en sus pensamientos.

En algún punto luego del transcurrir del tiempo -no sería capaz de medirlo de manera cuantitativa ya que con las emociones que experimentaba cada segundo se alargaba tal vez eternamente- Juan llamó al encargado del lugar y pidió lo suyo. Yo sin entender y al punto de perder la cordura trataba de alejar la locura con movimientos alternantes de un lado a otro de la sala, observando las acciones que se llevaban a cabo como testigo mudo e invisible.

El encargado del lugar fue a otra habitación mientras Juan me dijo que observara con atención lo que pronto sucedería, sus ojos de fuego penetraron lo más profundo de mi mente y permitiéndole asegurarse de alguna manera que mi mente grabara los más mínimos detalles la horrible escena que vendría a continuación.

El encargado regresó con un epitafio de piedra, el cual Juan analizó mirándolo de manera inquisitiva y luego de aprobarlo se recostó sobre el mesón metálico destinado a los cuerpos que llegaban allí en tiempos pasados para ser completamente examinados por parte de algún conocedor. Sorprendido ante esto mis ojos cayeron sobre los de Juan y fui capaz de ver su mirada vacía con dirección a la cubierta de la morada. Me encaminé hacia el epitafio de piedra y allí advertí con sorpresa algo que hasta ese momento no había comprendido.

Juan David Pizarro
“Padre ejemplar, Pastor amado”
Diciembre 4, 1978 – Julio 6 2000

¡La fecha de su muerte es de hace un año! ¡Un año Antes! Buscando respuestas traté de volcar mis preguntas sobre el encargado, quien me entregó un documento en el que se solicitaba la exhumación del cuerpo del Pastor Juan un año y un día después de haberlo sepultado, agregando además que un médico vendría a revisarlos. Volví sobre el cuerpo de mi amigo y encontré en su lugar los restos putrefactos de una momia desagradable con el rostro de Juan y el vaho de la muerte impregnó mi olfato y mis ropas.

Desconcertado y nervioso en mi cabeza retumbó la voz desgastada del encargado que me decía:
- ¿Para qué estaba necesitando este cuerpo?

sábado, 31 de mayo de 2008

Bunalti

Kyrie, ignis divine, eleison

Me encuentro nuevamente frente al espejo, como cada mañana, pero en esta ocasión me detengo y observo como el vapor de agua se eleva lentamente e impregna el vidrio en el cual mi reflejo comienza a perder sus formas humanas convirtiéndose en un remanente humano, una sombra, algo opaco de lo que alguna vez fue. Me siento tranquilo y disfruto ese momento; aunque sea por unos segundos soy capaz de librarme de las imperfecciones que conlleva mi característica humana y me convierto físicamente en un ser diferente, un ser no humano que dotado con mis cualidades es superior a las criaturas que me acompañan.

Pensamientos que me embargan me hacen meditar acerca de como es que soy capaz de ocultar mis verdaderas pulsiones ante las personas que me rodean, mis impulsos de librar de este mundo de la escoria de la sociedad de cualquier método posible seguramente me hace un hombre peligroso para aquellos que disfrutan vivir en la mediocridad, solo en busca de placeres fugaces y tontos que no se comparan con la plenitud mental que produce el cultivar lo intelectual. No puedo explicar la sensación de desprecio que me producen aquellos humanos que se sienten diferentes y superiores a otros animales por una simple idea dogmática introducida en su cerebro desde la más temprana infancia cuando en realidad todo su comportamiento se encuentra sobre las bases de su sexualidad, el instinto de reproducción parece más fuerte mientras menos capacidad pensante se posea. Mi forma de llevar esta condena que llaman vida se ve una vez más avalada por la meditación profunda que conlleva mi pensamiento lógico y racional.

Sin embargo el sarcasmo que aparece a continuación me sorprende pues mientras cavilo sobre estas cuestiones de carácter intangible veo como en el espejo se escriben como por una mano invisible las letras

B U N A L T I

conformando lo que parece ser una palabra, su significado no lo conozco y la respuesta lógica de mi cuerpo ante tan ilógico y tan fantástico acontecimiento se caracteriza por las rápidas contracciones de mi músculo cardiaco y una leve presión que ejerce su punto de máxima fuerza sobre la base de mi cráneo; trato de controlar la réplica de mi organismo ante tal situación pero las maniobras que hago no consiguen mi objetivo y las pulsaciones de mi corazón alcanzan los límites y algunas gotas de sudor brotan incontrolablemente de mis poros, la sensación de ansiedad que me produce este episodio es ahora para mi una carga y cercano al colapso tomo la única salida que me queda, controlar los síntomas con las armas que tengo a la mano y volver al sosiego que me produce el cigarrillo.

Tomo el cigarro y lo enciendo, la tranquilidad me embarga nuevamente con las primeras inhalaciones de ese veneno; con un poco de temor me asomo y examino las letras escritas con ayuda del vapor que aún siguen allí. Sin embargo los efectos calmantes del tabaco me mantienen centrado, lo suficiente para darme cuenta que incluso a las personas más lógicas y racionales pueden ocurrirle brotes psicóticos.

lunes, 26 de mayo de 2008

Sueño

Después de un pésimo día, y después de leer cierta etnografía, el sueño me cubrió con su delicada cobija oscura, quedando dormido en el sofá de mi sala. Usualmente los sueños son algo ajeno a mí; mi mente le deja eso a los hombres que necesitan soñar con realidades alternas y desprovistas de sentido común. Sin embargo, una realidad alterna se apodero de mi mente esa noche. Un sueño de varios segundos, los cuales parecían días.

Fue amargo y desalentador, mi conciencia me estaba jugando una mala pasada con tan tenebrosa imagen de mi mismo. Era yo con otro nombre, pero soy conciente que nunca seré o he sido como este señor.

Mi nombre era José, trabajador de tiempo completo. Era una de esas personas que presumen de sus grandes rasgos de manipulación de personas. Una de estas personitas que se jactan de su intelectualidad, pero con una ausencia eterna de valores morales. Un académico, lector de muchas novelas detectivescas. Su sueño frustrado era poder desentrañar algún caso, especialmente un asesinato en la ciudad y convertirse en el mejor detective de la ciudad por encima de cualquier cosa.

El pobre tipo era la combinación de un hombre con potencial enorme y pensamientos vanos e infantiles. Este señor podía saber mucho sobre sus áreas académicas pero distaba demasiado de un hombre libre de la atadura que la sociedad le imponía; una atadura de valores. La sociedad esta colmada de valores que desgraciadamente llevan a una «mejor vida»: la corrupción, el desprestigio, la traición…

Cierto día, José llega a un entierro funerario, como consecuencia de su profesión. Mientras andaba excavando en la tierra, en pleno medio día, el sol deja ver cierta particularidad que proviene de la tierra; algo refleja la luz del sol, desde la tierra, el reflejo golpea su cara. Tomando sus utensilios descubre delicadamente objetos arcaicos hechos en metales preciosos, haciendo a un lado la tierra que cubre tales piezas de oro macizo. Ante tal descubrimiento muchos procederíamos por el buen camino, pero este señor procedió con el robo de tales artículos; tuvo la desfachatez de robar. Las guardo en su mochila y espero a no ver a nadie para salir vilmente con las tan apreciadas piezas. Mientras esperaba a que se despejara el panorama para salir, se encontró con el designio que marcaría el fin de su existencia. Una pequeña piedra con muchos ideogramas, los cuales no recuerdo bien pero que decían algo así: «osa llevártelos y como consecuencia en el submundo amanecerás. Son las llaves de mi acceso, y si son usadas por el indigno, graves consecuencias tendrá.».

Debo aceptar que cierto morbo se apodero de mí. En cierta parte, mi responsabilidad es acabar con la porquería de la sociedad (como este personaje); pero me llenaba de curiosidad como actuaba un ser tan despreciable como José (según mi subconsciente). Mi responsabilidad con la sociedad es más evidente que nunca.

No se juega ni se irrespeta un entierro chamánico. Era lo que pensaba José en la noche. El hombre no era tan tonto después de todo, por lo menos en algo le sirvió tantos años de academia universitaria. Al momento de dormir, puso los cuatro objetos chamanicos al lado de su cama, para estar seguro de tenerlos cerca. A la madrugada, José se levantó en profundo sueño, tomó los objetos y como sonámbulo llegó hasta la tina, la llenó y se sumergió dentro del agua con las cuatro piezas rituales. Se cumplió, llego a otro mundo, utilizó las llaves de acceso. El fin de José, en el mundo del centro; y el comienzo de un nuevo día para mí.

sábado, 17 de mayo de 2008

Contradicción

Lustrabotas de profesión y con una excelente capacidad para contradecirse a si mismo. Don Guzmi, el padre de un joven de 21 años y viudo desde hacia cuatro años. El hombre llegaba cada día a su puesto ubicado en el parque al que había asistido durante quince años todos los días. En busca de un lugar para envenenar mi cuerpo con un buen cigarrillo, lo conocí.

En una tarde oscura, típicas de esta ciudad, me encontraba en un parque cercano a mi lugar de trabajo. Estando en una de las bancas que abundan en ese parque, encontré a Don Guzmi. Mientras me fumaba mi cigarrillo en la banca, llego este hombre; de estatura baja y con un overol azul, típico de los lustrabotas.

- Doctor, le hace falta una pulidita a sus zapatos

- No, gracias. Contesté.

- Mire que están feos y opacos. Insistió.

Nunca había hecho tal cosa en plena calle, pero esta vez intente darle una oportunidad al hombre en su trabajo, así resolví acceder a su insistente servicio. Don Guzmi, como lo llaman sus colegas, es el fiel resultado de este país lleno de violencia. Muchos se atreven a decir que somos pasión, pero se quedan cortos con la expresión; no se especifica que clase de pasión es la que se apodera de nosotros. Los muchos que dicen que somos pasión son en realidad unos ilusos, al creer que personas comunes como Don Guzmi son solo una pasión. Sería mejor decir que somos un cúmulo de pasiones, y que no sabemos que pasión utilizar y en donde utilizarla. En este país lleno de ignorancia y de gente estúpida, es constante ver resultados como Don Guzmi.

Mientras Don Guzmi hacia su labor, comencé a indagar. Se dio una conversación fluida y libre de tedio entre nosotros. ¿Porque interesante? El señor era un hombre muy apasionado al hablar. Solo me hablaba de política. Siempre me he marginado de tales temas, solo se los dejo a personas desprovistas de cierto grado de sentido común. Don Guzmi, era seguidor o fanático del partido del presidente de la época. Es curioso como la gente suele acudir a banalidades que otra persona les puede proporcionar. Este era el caso, su argumento principal que respaldaba la labor del presidente, era que en su barrio, había regalado varias lechonas en época de campaña. A pesar de que este era su argumento principal, logré encontrar que en el fondo, el señor sabía bastante de «su señor presidente», por lo menos el hombre conocía de sus buenas y malas decisiones en el poder, y eso era algo llamativo; que le reconociera los errores, poco común en los fanáticos políticos, y mucho menos común cuando eres comprado por un plato de comida.

Dos semanas después de conocer a Don Guzmi, la contradicción se dejo ver. El lema de este país no puede ser «somos pasión», ¿a que pasión se refiere? No podemos poner como bandera algo tan ambiguo. La pasión es difícil de controlar en determinados momentos, y fue esto lo que el señor Guzmi mostró días después. Don Guzmi, un hombre lleno de energía para defender a «su señor presidente», hizo uso de esa misma energía para matar a su hijo. «Fanático del presidente mata a su hijo», fue el titular en un periódico de mala muerte pero que la mayoría compra; así me entere de que Don Guzmi se había suicidado. Al parecer Don Guzmi mato a su hijo, en una discusión sobre política; acudió a la violencia para dejar clara su posición ideológica y lo peor era que había sido contra su propio hijo. Después de matarlo se arrojo desde un tercer piso quebrándose el cuello.

Don Guzmi es el reflejo de que la pasión que nos corre a todos sirve para matar y defender de buena o mala manera una ideología. Después se peguntan ¿porque es que la violencia es utilizada como medio para imponer una ideología en este país?

domingo, 11 de mayo de 2008

La anciana y la muerte

"It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul."
Invictus, William Henley



Nunca hablaba con nadie, cuando no hacía su trabajo se sentaba en silencio a observar la desgracia que acompañaba a otros y parecía disfrutar los gritos moribundos de los desahuciados que aparentemente cuidaba. Esa fácilmente podría ser una descripción de las acciones que en algunos momentos caracterizan mi comportamiento, si existiera algún observador dedicado e interesado por los detalles que estuviera dispuesto a hacerlo, pero en este caso soy yo el observador y me refiero a alguien más que llamó mi atención por su parecido conmigo, y más que causar escozor o incomodidad me causaba una gran curiosidad por conocer los móviles que le daban sentido a los actos de este individuo.

Era una mujer de una edad avanzada, cosa que se notaba en la cantidad de pelos que habitaban su cara y le daban esa característica masculina que me resultaba tan desagradable a la vista. Me entregué completamente al trabajo de observarla durante mis tiempos de libertad. Es por eso que durante días me describieron más callado que de costumbre. Debido a mis capacidades no fue difícil para mí llegar a algunas conclusiones en pocos días, descubrí que hacía parte del personal de limpieza del lugar y se acercaba solamente a aquellas habitaciones en las que la muerte solía hacer estragos, sin embargo nadie parecía notarla. En un principio me resultó complejo determinar si existía una relación causal entre la visita de esta dama y los acontecimientos que se desarrollaban en esos lugares, pero definitivamente esta mujer no podía ser la causante de los fallecimientos más sobresalientes, simplemente se encontraba presente en todos ellos por alguna razón.

Aquella tarde de martes la lluvia nos acompañó a todos en nuestras respectivas labores y yo embargado de felicidad por el buen clima que me acompañaba tuve la suerte de descubrir las razones de este ser tan particular. Me acerqué a realizar mi trabajo de siempre y el azar permitió que ella entrara a la habitación que yo había abandonado recientemente, la casualidad me obligó a volver por mis olvidados objetos personales y la encontré allí evitando el control del dolor de un anciano cuyo pronóstico había sido sombrío durante los últimos años. Todo se clarificó en ese momento, esta anciana disfrutaba del dolor de aquellos que de alguna manera sospechaba que pronto morirían. Para algunos sería un ser inofensivo, pero yo pude notar la representación física de la muerte en aquella mujer. Pude notar la cobardía que la caracterizaba al solo atacar a aquellos que nadie notaría, y sabía que debido a su extrema fealdad nadie la notaría a ella como la causante de tales sonidos que causaban desesperación y desagrado en los habitantes más saludables de recinto. Me produjo una gran satisfacción el abordarla y llamar su atención; ella pareció sorprendida ante mi presencia y mis reclamos, y simplemente no pudo articular frase o palabra durante algunos segundos; luego al reaccionar tomó una actitud altiva retándome a tomar acciones en su contra sobre los hechos ocurridos, sostuvo que las autoridades del lugar jamás tomarían represalias y en esos momentos de ella desbordaba una confianza que contrastaba notablemente con la actitud que antes había mostrado a todos los que habían tenido algún tipo de contacto con ella.

Sus acciones iban en contra de mis principios, no tenía otra salida más que acabar con su legado de dolor y sufrimiento. Y eso fue lo que hice. La inmovilicé con rapidez gracias a la debilidad física que le había traído la edad y con una sola dosis de un medicamento que no nombraré puse fin a sus sucias acciones. Nadie notó su ausencia, así como nadie notó su presencia en los lugares donde el dolor triunfaba. En el momento en que me libraba de sus restos vi mi reflejo en un pequeño cúmulo de agua e inmediatamente me vi como seguramente ella me vio en los momentos previos a su deceso, una representación física de la muerte, un títere encargado de realizar sus labores, o más bien un amigo de la misma que se encarga de limpiar un poco este pútrido mundo.

sábado, 3 de mayo de 2008

Paulina

"Todas las Biblias o códigos sagrados han sido la causa de los errores siguientes:
1. — Que el hombre posee dos principios reales de existencia: un cuerpo y un alma.
2. — Que la Energía, llamada Mal, no procede sino del cuerpo; y que la razón, llamada Bien, no procede sino del alma.
3. — Que Dios atormentara al hombre durante la Eternidad por haber seguido sus energías."
William Blake


En uno de esos momentos de soledad ella apareció con una llamada, con una invitación a visitar su casa campestre. Tal vez lo que necesitaba para escapar de todo sentimiento sucio que me recordara la humanidad aún existente dentro de mi ser era salir de ese ambiente completamente humanizado por medio de ladrillos y cemento; necesitaba un poco del verde de la hierba y el viento frío de la sabana. La última vez que había tenido contacto con ella su vida era un ente que escapaba de su control, la búsqueda del placer y la felicidad la habían llevado por un camino de artificialidad que finalmente parecía haber dejado.

Cuando llegué ya había anochecido, y pude disfrutar de la belleza que producía un cadáver de cánido a unos cuantos metros de la vía de entrada a su hogar. Me invitó a pasar con una amabilidad extraña en ella, había conseguido mantener una temperatura agradable dentro de la villa al destruir unos cuantos arbustos en el fuego; mi mirada se deleitaba viendo como cada pedazo de madera era consumido por la hoguera y mis oídos extasiados por el sonido que provenía de la fogata. En ese momento ella se acercó ofreciendóme una taza de té, era rojo y dulce. Recuerdo que disfrutabamos en el pasado el leer poesía juntos, sobretodo El Matrimonio entre el y el infierno que es de mis favoritas, por eso lo hicimos de nuevo en aquella ocasión.

Pasaron un par de horas en las cuales nos deleitamos al leer los pensamientos de un anciano loco antes de continuar con la conversación obligada y que habíamos tratado de evitar toda la noche, la conversación sobre nuestras vidas. Claramente me di cuenta que su obsesión por ser amada, por llevar hombres a la desesperación continuaba siendo su principal móvil; que el placer era todo lo que le interesaba y que prefería ser un personaje mediocre fácilmente manejable que soportar la angustia que le ocasionaba pensar, y meditar acerca de las acciones que tomaban todos los inidividuos que se encontraban a su alrededor. Traté de llegar al fondo de su alma y su pensamiento para averiguar que era lo que ocasionaba que una joven cuya visión superaba a la de los demás y cuya capacidad de análisis la hacía una persona bella, simplemente le diera la espalda a la realidad y solo se preocupara por ocupar sus imperfectos sentidos deformando aún más lo que sus ojos eran capaces de percibir.

Después de una charla en la que terminé molesto por su actitud de separación en la que se mostraba orgullosa de la elección que había tomado, la de pertenecer a una gran masa no pensante, egoísta, conformista y estúpida, y llegué a la conclusión que el peso de la miserableza había resultado demasiado para un frágil ser que necesita que le recuerden las bondades de si misma para alimentar un ego que no la llevó a ningún lado. La angustia que produce la soledad, el saberse diferente y superior a la gran mayoría de seres humanos crea una distancia infinita entre el entorno y el que lo es, cosa que en su caso fue imposible de soportar. Mis ojos se abrieron ante la gran luz que ella expulsaba de si misma, tratando de ser siempre algo que no era y tratando de ocultarlo por medio del consumo de sustancias que lentamente la llevarían al mismo estado de adormecimiento en el que se encuentra el mundo en general.

Allí fue mi ego el que no soportó la existencia de alguien que decidiera vendarse sus ojos por miedo a lo que podría encontrar, fui yo el que sintió desprecio por esa mujer que había desechado la forma de vida que yo había escogido para mí. Lentamente ella fue muriendo dentro de mi ser, no valía la pena conservar cerca un ente como ella. No nos volvimos a ver desde esa noche. Sin embargo aún recuerdo las últimas palabras que me dijo desde el pórtico mientras nos despedíamos: "El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría". En ese momento tomó una confitura de hachís y se encerró, como tratando de encerrar su mente y evitar el miedo, y la ansiedad que esta le producía.

domingo, 27 de abril de 2008

Otro como yo

«Tui lucent oculi sicut solis radii, sicut splendor fulguris lucem donat tenebris.» Carmina Burana

Llegué a casa muy tarde. Al entrar encontré en el suelo del vestíbulo una pequeña carta. Enseguida pensé acerca de quién sería el que podría ser tan clásico para utilizar el correo tradicional. Al instante supuse que era de ella. Levanté la pieza de papel que tenía dos sellos postales procedentes de Francia. Tenía que ser ella.

Apresurado me deshice de mis objetos personales y cerré rápidamente la puerta. Más que una incertidumbre de conocer lo que contenía este sobre, lo que sentía era miedo y un vacío indescriptible que no me dejaba llegar a mi estudio; tal sentimiento producía en mí, que mis manos no querían abrir el sobre, como si predijeran que no era bueno lo que iba a leer.

Estos acontecimientos me hicieron rememorar los ocurridos en una tarde de julio; sucedieron como es usual en mi café predilecto. Siguiendo mi ritual semanal, pedí el clásico tinto con dos cubitos de azúcar mientras leía algún libro. Después de dos horas y cuatro tazas, volteé hacia la izquierda para así darle un descanso a mis ojos, con la gran sorpresa de encontrar en una de las mesas (el rústico mueble era el más solitario de todos, pero se ubicaba al lado de la ventana) a una dama. Sobre su mesa había una taza de café, un cenicero y una caja de cigarrillos de buena marca. Era diferente el encontrar en este cafetín, otro objeto de investigación diferente a los usuales hombres cantores de tangos y llenos de problemas sentimentales. Pero ¿porque una mujer así se introduciría a este lugar? Era una cara triste y su mirada reflejaba la ausencia de algo. Con ojos fijos en dirección a la calle, encendió un cigarro y de su pequeña cartera sacó su aparato telefónico dejándolo sobre la mesa.

Sus manos, su cara, su cuerpo, todo me hacia pensar que su pesadumbre era por alguna razón sentimental, tal vez llevándome por el entorno, presumí que debía ser un amor perdido. Mi atención fue arrebata por la mujer, ya mi libro no interesaba, otro día podía seguir con Moliere. Mi descontrolado interés por conocer historias me hizo reaccionar ante tal situación; necesitaba conocer tal historia. Llamé a la camarera, le pedí un dulce rico en PEA, comúnmente llamado chocolate. La camarera, doña Clarita como se llama, accedió a mi petición, y llevó el preciado dulce a su mesa. La mujer sorprendida preguntó quien había osado romper su soledad, doña Clarita enseguida me señaló. La chica me sonrió, me invito a su mesa y accedí a cambiarme, pero en mis planes no estaba hacer amigos o coquetear con ella; solo quería una historia.

Era una joven morena de ojos profundos color verde grisáceo, muy descomplicada en su vestir. Nunca la vi en sus pies, así que no podría dar una estatura precisa, lo único que podría presumir es que era mas baja que yo. Su tez clara era inspiradora, provocaba detener el tiempo para apreciarla mejor. Sus manos muy normales para una mujer joven de buen nivel social eran dos objetos libres y además inquietas, no podía dejar de mover con sus manos la caja de cigarrillos cuando no estaba fumándose alguno. Pero lo mas atrayente eran esos ojos, con los que te hipnotizaba y no podías moverte hacia ninguna parte, sintiendo que lo que has buscado en todo el mundo esta representado en estos dos ojos.

Su nombre era Melisa Valverde; lo recuerdo mucho porque alguna vez ese nombre significo algo para mí.

- ¿Y tu nombre es? Pregunto ella.

- Es lo que menos importa.

- ¿Porque el chocolate?

- Me pareció que lo necesitabas, es solo un gesto de mi parte.

- ¿Acaso me estas coqueteando?

- Mucho quisiera pero no te conozco. No podría involucrarme con alguien que no conozco y que encontré en un cafetín al que yo acudo con frecuencia.

- ¿Porque no? ¿Te da miedo encontrarte contigo mismo?

- Tal vez, aunque sería excelente encontrar a un ser racional por estos días.

En el transcurso de la conversación, pensaba si mi objetivo tendría éxito ¿a esta joven se le podrá sacar alguna pizca de jugo mental? Con el tiempo, me di cuenta que sí… Con mi previo chasco en el centro y la mujer moribunda, fui más dócil en mi búsqueda de una historia.

- Pero bueno, para contestar más concretamente a tú pregunta del chocolate; la verdad te vi un poco cabizbaja. Me dije a mi mismo, esta chica necesita a alguien, y aquí estoy haciéndote la conversación.

- ¿En serio? ¿Tanto se me nota?

- No todo el mundo se sienta a ver por una ventana y fumarse un paquete de cigarrillos solo. A menos que seas como yo.

- Entonces soy como tú. La verdad, no le he encontrado sentido a nada. Me encuentro sola en un cafetín, sin un libro en el cual escaparme a otro mundo. Un tipo raro que no conozco y sin nombre llega a mi mesa, ofreciéndome ayuda a un problema que no existe. Los supuestos amigos son una partida de desleales. La sociedad me fastidia, no soporto la gente y su falta de valores y sus comportamientos de bestias. Todo es una competencia por tener y tener, entre mas se tenga mas estatus adquieres; mugroso mundo… ¿Sabes? Me encantan las cartas, escribir cartas es maravilloso y romántico, no se porque la gente no sigue con esas tradiciones, ahora solo escriben un simple e-mail desproporcionado de todo factor de humanidad; un e-mail nunca remplazara una carta aromatizada con el encantador aroma de tu amada.

Por fin alguien que comparta ese mismo concepto. Fui por una historia, pero encontré a una mujer llena de sorpresas, ya que no esperaba esta reacción de su parte. Siendo las cinco de la tarde y tras haber pasado toda la tarde con tan apreciable ser, tuve que ir a mi lugar de trabajo. Le dejé mi dirección y numero telefónico, pero hasta hoy no volvió a manifestarse. Todo esto hace unos ocho o nueve meses que la conocí.

Al ponerme mis lentes, leí el remitente de la carta, si era ella: Melisa Valverde. Me daba curiosidad saber cómo había llegado a Francia y por qué había decidido escribirme desde allá ¿Por qué después de tanto tiempo? Decidí que era mejor preservar el buen recuerdo de una chica que me cautivó con esos ojos de color verde grisáceo, y no enterarme de más. Hoy hace unos meses esa carta esta encima de mi escritorio, no la he destruido porque se que algún día voy a querer saber que paso con el otro como yo.

sábado, 19 de abril de 2008

Muerte en el centro

Acercándome a cierto lugar céntrico de la ciudad al que debo ir constantemente, encontré cierta calle que llamo mi atención; si bien siempre he pasado por allí nunca había abstraído la exquisita variedad de detalles. La famosa calle es conocida por sus altos índices de delincuencia, raponeo y asaltos; este cuchitril olvidado por el sol es propicio para que toda la escoria de la sociedad encuentre un espacio para si mismo y para los suyos.

Aunque para el común denominador estas callejuelas deben ser temidas y olvidadas, para mi es la perfecta ocasión de poderme encontrar y compartir con estas formas de vida (consumidas por los vicios) que alguna vez se hicieron llamar hombres o mujeres. No hay mejor charla que la que te ofrece un desdichado. Un ser en su mínima concepción de humanidad, es mas persona que cualquier alma cristiana que podamos ver en la noventa y tres.

Divagando (como siempre), paso a paso por esta calle dilucide con curiosidad una casa llena de hollín, (como todas en este sector pero esta era especial) sin embargo mi atención se enfocaba en lo que acontecía a su alrededor; un observador de hombres se hubiera deleitado admirando y escudriñando esta situación mucho más que yo. Estas situaciones en las que el hombre se deshace de toda identidad social, son esplendidas para poder investigar al hombre como otro ser animal; en mi caso encuentro llamativos estos residuos de sociedad, a diferencia de mis triviales compañeros de humanidad. Siendo así establecí mi persona en las proximidades de tal casa (la situación me cautivo, la curiosidad de apreciar esta parsimoniosa situación era inevitable para un como yo).

Desde lejos apreciaba a la moribunda mujer, postrada a los pies de la puerta. No era necesario ser médico para determinar que estaba en sus últimas horas, con solo verle era imposible no reconocer que su desgraciada vida estaba por llegar a su fin. Algo que he tenido en mi mente es la sensación que «la muerte es el final de una historia jamás contada». Odio la ignorancia que genera en mí la impotencia de ingerir en mi mente este paquete de historias ocultas que la mujer podría llegar a contar, es algo que me carcome. Con la ausencia de otras personas en la calle y sin nadie a su alrededor, me atreví a acercarme mas y mas, hasta el punto en que llegue a tocarle y a hablar con ella (entre en su espacio personal haciendo caso omiso a lo que mis sentidos me advertían).

- Me duele, me duele mucho.

Fue lo primero que le oí gemir. Almenos no estaba fingiendo como mucho que vemos en las calles.

- Cuéntame, ¿como ocurrió?

Se rodó hacia mí y mostrándome una «rajadura» en su abdomen llena de tierra y sangre, y me sonrió. Tal herida era digna de ser sanada, ya que representaba toda una hazaña poder suturar tal «chamba». Pero esto no era lo que buscaba en este pedazo de mujer, ni una sonrisa, ni sanar tal cosa, sino una historia. Volví y le pregunte con insistencia y afán por saber

- ¿Como ocurrió? ¿Quien te hizo tal herida?

Extrañada por mi insistencia se alteró, volvió a tapar su abdomen y siguió gimiendo. Mi frió carácter no da para comenzar a rogar por una historia, me indigné y dejé que ese pedazo de carne se pudriera en su rincón de miseria.

Procedí a seguir mi camino original. Desgraciadamente la muerte es el final de un hombre pero en especial el final de sus hazañas y vivencia; acciones que nunca serán puestas en letras, y su abstracción será un vacío eterno ya que nadie podrá llegar a hacerla ni siquiera él mismo. Ese día, en que encontré la muerte en el centro, quise hacerle el favor de poder inmortalizar parte de su malgastada vida, pero por testaruda y sentimental (como la mayoría), se perdió de tal privilegio.

domingo, 13 de abril de 2008

Sinfonía de Sangre (1)

Cuando el sol lentamente va apareciendo en el cielo con su fuerte y deletérea luz yo me encuentro generalmente tendido en mi cama, despierto y meditando sobre asuntos que seguramente no tienen importancia alguna. Evoco aquel amanecer y mi mente nuevamente se sumerge en pensamientos sobre la pérdida de valores y principios morales, religiosos o no, que han venido experimentando lentamente quienes me rodean, de cómo los estiran y los adecuan a sus necesidades del momento juzgando a quienes hacen lo mismo en otras situaciones, no hay duda que la falta de introspección resulta irritante para mi. En aquella ocasión y sin tener una razón clara para ello, una canción comenzó a sonar en mi mente ocupando todo el campo de mi pensamiento, deteniendo la oleada de inútiles reflexiones. Sonaba una suite para harpsicordio, Oriundus Sepulchrum, una bella obra dedicada a La novia de Corinto, cuando tomé el impulso para posar mis pies sobre el piso alfombrado y caminar perezosamente hacia el cuarto de baño. Al entrar mi corazón fue tomando velocidad y fuerza y con cada latido la sangre llegaba rápida y eficazmente a mi cara, a mis manos y a mi cerebro. Cuando tuve tiempo para reaccionar pude percibir que mi corazón tenía un ritmo particular ya que cada golpeteo del ejecutor sobre el clavecín era interpretado por mi cuerpo como un golpe del corazón, posteriormente una extraña sensación de opresión y de dolor fue apareciendo en mi pecho y la fuerza de los latidos era tal que las pulsaciones alcanzaban mi cabeza y podía escucharlas como si mi órgano vital estuviera al lado de mis oídos; mis orejas se tornaron rojizas y lentamente de mi nariz fue brotando un manantial de sangre, que se fue deslizando sobre mis labios hasta alcanzar la comisura y bajó por las mejillas para llegar al sendero que marcaba la yugular, que palpitaba salvajemente. En esos momentos mi mente reproducía Nekromateria. Me detuve frente al espejo, y entonces contemplé con fascinación la música que componía mi cuerpo mientras en mi cara se formaba un esbozo de sonrisa.

sábado, 5 de abril de 2008

La llamada

Finalmente recibí la llamada. Tomé un libro, mis elementos de trabajo y salí de mi departamento, bajé por las escaleras los seis pisos que me separaban del garaje subterráneo, luego caminé hasta la puerta de mi automóvil y lo conduje a través de la carrera séptima para tomar la calle ochenta y cinco hacia el occidente, dos cuadras; en segunda viro a la derecha y dos cuadras más, derecho, una a la izquierda y llegué. Me recibieron con gran expectativa, como si fuera una especie de quijote, luego me guiaron a la pieza donde se encontraba el que realmente me interesaba. Al llegar golpearon la madera y de allí salió un enviado de un algún dios inexistente, me causó mucha gracia que practicaran este tipo de cosas al mismo tiempo que me llamaban para que acabara con su sufrimiento. Atravesé el pórtico y escuché entonces un suspiro de alivio proveniente del cuidador al mismo tiempo que a través de mis narinas, atravesando mis vibrisas, llegaba a mis neuronas el nauseabundo hedor que provenía de las fauces de quien se encontraba en la cama; ese olor característico que se formaba por la mezcla de la saliva seca, de bacterias y de la muerte de algunos de sus tejidos; una visión memorable. Trataron de hacer que me sintiera cómodo, las luces eran plácidamente tenues y me brindaron un vaso de güisqui “on the rocks” que yo amablemente rechacé, si acaso pensaron que yo necesito algún tipo de ayuda externa para hacer lo que me corresponde, les quedó claro que prefiero hacerlo en completo dominio de mi ser.

Les pedí privacidad y lentamente fueron despidiéndose, entre sollozos, de quien había sido su protector, padre y amigo; cuando me encontré a solas con él lo miré y traté de buscar restos de vida en su cuerpo –en sus manos resecas que dejaban ver los polígonos que formaban sus células, en su boca que expulsaba ese material verdoso y filante, y en último lugar traté de encontrar vida en sus ojos fijos, hundidos, perdidos y degenerados formando la facies hippocratica que tanto hablaba acerca de la proximidad de su muerte – pero perdí mi tiempo, ni siquiera valía la pena hablar; encontrar un cuerpo ya sin vida pero aún con la misma no es divertido, mi trabajo en ese momento se limitaba a esperar. Tomé la jeringa, le introduje la pócima en la misma y la apliqué en el catéter que disponía para eso; y me senté en el sofá al frente de su cama a esperar, ya me había acostumbrado a su repugnante estado.

“The result was, that I remained half-naked, half-drowned, gasping, choaking, and delirious with rage, shame, and fear, when I was summoned to attend the Bishop, who, surrounded by the Superior and the community, awaited me in the church. This was the moment they had fixed on–I yielded myself to them. I said, stretching out my arms, 'Yes, drag me naked, mad–religion and nature alike violated in my abused figure–before your Bishop. If he speaks truth,–if he feels conscience,–woe be to you, hypocritical, tyrannical wretches. You have half-driven me mad!–half-murdered me, by the unnatural cruelties you have exercised on me!–and in this state you drag me before the Bishop! Be it so, I must follow you.' As I uttered these words, they bound my arms and legs with ropes, carried me down, and placed me at the door of the church, standing close to me. The Bishop was at the altar, the Superior near him; the community filled the choir. They flung me down like a heap of carrion, and retreated as if they fled from the pollution of my touch. This sight struck the Bishop: He said, in a loud voice, 'Rise, unhappy, and come forward.' I answered, in a voice whose tones appeared to thrill him, 'Bid them unbind me, and I will obey you.' The Bishop turned a cold and yet indignant look on the Superior, who immediately”

Después de mucho esperar un estado delirante se apoderó del anciano y la vida apareció de los más profundos rincones de su alma, donde seguramente se encontraba escondida y temblando de miedo ante la llegada de su hermana mayor; las palabras incoherentes que escupía llamaron la atención de los habitantes de esa casa quienes se acercaron lo más que pudieron a la habitación sin pensar que el piso de madera podría delatarlos, le aplique una nueva dosis sin prestar atención a los necios familiares. Pero ya no había mucho que hacer, las palabras dejaron de salir y entró en un estado de estupor en el que el estridor era lo único que se podía apreciar. Otra dosis, y de nuevo una inmediata tranquilidad se apoderó del ambiente hasta que lentamente su cuerpo se unió a su mente (que se había extinto hacía mucho tiempo). A pesar de ser un actor de reparto, alguien pasivo, en esos momentos es cuando me siento cercano a ser una divinidad, alcanzo niveles de placer que ninguna estimulación física podría propinarme jamás; y soy yo el dios que los acompaña y los guía a la Duat, soy Anubis, Imeuf, Inpu; en esos momentos soy el señor de esta tierra, esta Necrópolis.

Sus familiares insistieron en pagarme, por brindarle la muerte más placentera posible; mas yo rechazo nuevamente a sus cosanguíneos pues estoy seguro que yo disfrute mucho más de su muerte que él mismo, su cerebro fundido no se lo permitía ya. Debo admitirlo me divierte observar la decadencia del ser humano, verlo reducido a lo que realmente es, verlo reducido a su esencia única, animal y primitiva. Me despedí afectuosamente contrastando con el ambiente lúgubre que se fue apoderando de la sala de estar de esa casa. Fue como si de pronto la luz amarilla se tornara más pálida, y la noche se hiciera más oscura.

Tomé mi auto, bajé por la calle hasta la carrera 15, los policías buscaban algún ebrio descuidado (me pregunto si no lo serán todos) mientras yo, satisfecho, pude llegar a mi templo. Una noche más de tranquilidad y relajación, eso es lo que todo hombre necesita antes de dormir. Acercarse lo más posible a la muerte, para no temer al hecho de algún día no despertarse jamás y desvanecerse para siempre.

sábado, 29 de marzo de 2008

Un segundo

Al mirar hacia la pared, lo observe. Yo sabía que debía, sabía que era hora. Era como si su cara plana llena de manchas me impusiera el momento que mas he temido desde hace algún tiempo. Aborrezco la hora en que tengo que acostarme a dormir. Posar mi cuerpo en esa cómoda cama al mismo tiempo que el insomnio me consume es desesperante. Insomnio, te abre a un mundo atestado de recuerdos, pensamientos, miedos, alegrías; un mundo en el que estas petrificado del terror por no encontrar salida alguna a esa divagación eterna.

Añoro esos días en donde podía encontrar refugio de este mundo, en uno de esos sueños, que tanto me gustaban en el pasado. Siendo un niño muchas veces monté en tren junto a mi familia extensa; no olvidare ese olor intenso que se acumula en los vagones. Dentro del vagón con la primera inhalación de aire, el bombardeo a mi mente comenzaba, tenía la fortuna de poder experimentar en un solo segundo las múltiples sensaciones que este almizcle contenía. Este olor me hablaba, en cierta forma, por medio de gestos que solo la mente puede interpretar y relacionar basándose en los recuerdos, las personas, las acciones, las vivencias… simplemente recuerdos. El recuerdo, aliado indiscutible de mi insomnio.

Definitivamente los estúpidos pueden ser los hombres mas felices de la tierra, el despreocuparse de todo y de todos, la ausencia de preocupaciones que tanto atormentan a los que son como yo. Desgraciada necesidad de sueño, cuando este no es figura de descanso sino una constante tortura a la que no tengo forma de acceder, a este dulce y exquisito manjar mental. Las ideas vienen y van, con nuevas y viejas formas como un ciclo tortuoso, haciendo más insoportable callar mi propia razón.

Los latidos de mi corazón son cada vez más fuertes y bulliciosos, se confunden con el tic tac proveniente de la pared y el aire, maravilloso, puedo sentirlo entrando y saliendo de mi cuerpo… mas el tic tac del reloj es insoportable. Si la claustrofobia mental existe, debe ser esta sensación que tan bien conozco; pertenecer a tus recuerdos y girar eternamente en una sola idea de la cual me es imposible de escapar, y que por el contrario en vez de disiparse temo se sumen más y más a este ciclo dañino.

Aunque mi soledad se mezcla con mi angustia de pensamiento, sinceramente no me siento solo, tal como Flaubert dice: «Los recuerdos no pueblan nuestra soledad, como suele decirse; antes al contrario, la hacen más profunda». Si me dieran a escoger entre estar acompañado de ciertos personajes de la vida diaria, preferiría mil veces estar acompañado en mi soledad, junto a mis pensamientos, así estén pudriendo mi mente con realidades y fantasías combinadas en una sola.

Sin quitar mi mirada de esta cara plana con manchas, soy conciente que el tiempo se elonga en mi mente y en la realidad sigue siendo el mismo. Lo mejor es poder tener miles de ideas que lucubrar en un segundo.

domingo, 23 de marzo de 2008

Castigo

Al entrar a su habitación por primera vez supe que yo no podía hacerlo. Ese día la luz del sol entraba de una manera única, particular y el ambiente estaba lleno de su luz naranja; y según recuerdo me llamó la atención la manera como le golpeaba el rostro un haz del mencionado color acentuando ciertas características de su rostro.

Me acerqué y le hablé de la manera más cariñosa posible - dudando de su capacidad para entenderme- pero tratándola de la manera más digna posible. Mi pensamiento me lleva a concluir que tanto para un infante de ocho años como para un adulto de cincuenta y dos es poco agradable estar postrado con un agujero en la tráquea y con los músculos de las extremidades contraídos de una manera sostenida sin tener la posibilidad de relajarlos, sufriendo de dolores indescriptibles a causa de esto.

"Paciente incapaz de comunicarse con el entrevistador" leí en su historia, y no pude evitar reírme. Al entrar en contacto con ella lo primero que hizo fue comunicarse conmigo, no a través del lenguaje, pero ¿no es la comunicación un concepto más amplio? Su expresión de dolor, esa manera de cerrar los ojos, de fruncir el ceño y levantar las comisuras labiales me hacía meditar acerca de nuestra capacidad para admitir que la ineptitud para comunicarse reside en nosotros, que estamos limitados por el lenguaje y algunos gestos que lo acompañan pero que hemos aprendido de manera inconsciente con el pasar del tiempo. Es difícil admitir nuestras debilidades y mucha más nuestra incompetencia.

Ella tiene solo ocho años y ya ha perdido su dignidad y aquello donde reside su humanidad. Un acto de negligencia que culminó con la falta de elementos vitales para el funcionamiento adecuado de su cerebro ocasionó un daño irreversible destruyendo regiones necesarias, algunas incluso para vivir. Pero aparece entonces un héroe que no es capaz de cargar con el peso de una muerte sobre su espalda, un cobarde que no es capaz de aceptar sus errores, o peor aún un héroe surgido del temor ante un sistema judicial que promulga normas que no son iguales para todos; ese héroe evita un final rápido y menos doloroso y la trae de vuelta para que sufra el resto de su existencia que él mismo es capaz de prolongar indefinidamente. Incapaz de alimentarse, eso es suficiente para morir de manera natural. Es por eso que a ella no puedo odiarla, no era capaz de hacerse odiar, no tenía la madurez necesaria y era solo un trabajo sin terminar.

Ahora es solo una carga o un gasto de recursos, eso le dicen con su mirada. Concluí que ella merece descansar, pero no es mi mano la que va a arreglar errores ajenos. No soy un salvador, no soy un héroe. Por eso he traído hoy ante ella, a ese que impidió su temprano final y que demostró odiarla sin tener razón alguna; a ese que alargó su sufrimiento, el que debe terminar su trabajo, el que llora ahora de arrepentimiento y de miedo al ver lo que sucede.

Lleva tres días conmigo en perfecta agonía, aunque les parezca que tres días son pocos para un ser despreciable como él yo les recuerdo que lo importante no es su sufrimiento mas si lo es el de la pequeña. Finalmente es capaz de terminar su trabajo y le doy su espacio, lo dejo a solas, para que disfrute de su obra de arte a la cual llamaría "Noventa días de dolor". Dejo que algunas horas pasen y luego entro y observo un mejor espectáculo, ahí está mi obra de arte: "El suicidio de un Héroe".

sábado, 15 de marzo de 2008

Alceste

«…no me cierra los ojos sobre los defectos que le encuentran, y, pese a la gran pasión que me inspira, soy el primero en notarlos así como en condenarlos.» Moliere, El Misántropo



Lo encontré, para mi desgracia, lo encontré… algunos dicen que hacemos las cosas, simplemente por inercia, pues ese día, era el día en que me deje llevar por ella.

Saliendo de mi refugio, fastidiado de estar allí todo el día, en mi aislado mundo; empero, el único lugar en el que puedo marginarme de ese mundo exterior en el que no escogí vivir; ese mundo hipócrita, de ojos cerrados, en el que con cada paso, se siente mas y mas el pestilente y nauseabundo olor a sociedad corrupta.

Simplemente decidí salir a dar una pequeña y ligera vuelta en medio de la lluvia que tanto me gusta ver y sentir. Deambulando en medio de la noche y sin rumbo determinado, llegue a un pequeño bar llamado «Alceste»; un bar típico para mi: pequeño, bien decorado por fuera, y tenia cierto aire ingles, lo que me hacia deducir que podía ser un Pub ingles.

No se por qué, pero este lugar maravilloso me cautivaba de cierta manera y, tal vez eran sus detalles sutiles: sus puertas en madera fina, y roídas por el pasar del tiempo; las ventanas con cristales resplandecientes, con marcos en los cuales los pequeños detalles, las hacían más intrigantes, y al bar mas fino. Paradójicamente, este bar que tanto sentimiento me producía, al mismo tiempo me proporcionaba inseguridad, como si, algo me dijera que no estaba bien tomarle aprecio. Pero era irresistible, era un bar hecho para mí. Sentía como este antro, simplemente me tenía aturdido con su particular forma de presentarse ante mí.

Quise entrar, y embriagarme con sus fluidos, pero decidí esperar y observar que tipo de gente entraba allí. Estando parado, en frente, al otro lado de la calle, esperé que la gente comenzara a llegar. Lo que mas temí, se hizo realidad, cada vez entraban mas personas y era mayor mi odio hacia tan cautivador bar. Llegada las diez de la noche, el desfile de carros lujosos de última generación comenzaba; autos que representaban muy bien a sus ocupantes. Carros oscuros y grandes; yo siempre he dicho que estas bestias de acero parecen grandes rinocerontes negros a los cuales hay que temerles cuando andan en manada, ya que son capaces de pasarte por encima sin siquiera mirar atrás. Los entes vivientes que salían de estas bestias eran simples cúmulos de hedonismo y banalidad a simple vista, llenos de orgullo falso y con ansias de más.

No podía concebir que tan hermoso lugar, fuera invadido por esta clase de gente, la cual muy fácilmente podía utilizarlo hasta llegar a pudrir su estructura desde dentro y dejarlo abandonado como es clásico de esta sociedad burguesa y así acabar con tan tremenda hermosura. En mi mente rondaba la idea de tener algún poder sobrehumano, de poder transformar este majestuoso antro, en un ser humano, para poderlo cachetear; todo con tal de hacerlo reaccionar ante tal degradante situación, la de sucumbir ante esta clase de personas. Aunque, por un lado me complacía saber, que proporcionaba mas estupidez para los estúpidos, con tanto licor y trivialidades, típicas en los medios hipócritas de sus ocupantes.

Llegando la media noche, no pude mas ver este circo. Con gran remordimiento de contemplar tal belleza corroída por el desatino propio de la humanidad volví a mi refugio. Cavilando… Lo encontré, ese sentimiento hecho bar. Después de todo, era vano, sucumbía ante la tentación, a la necesidad de dinero, así como yo sucumbo a la necesidad de su amor.

sábado, 8 de marzo de 2008

Hipocresía

Hubo algo en él, que desde el principio me pareció intrigante. Tal vez esa forma de mirar por la ventana la decadente vida de la sociedad humana manteniendo la misma expresión durante horas sin dar muestras de aburrimiento era lo que más llamaba mi atención. Con solo verlo me daba cuenta que su vida era una antorcha con un fuego a punto de extinguirse, y mis ansias de charlar con él iban en aumeno pues el tiempo estaba en mi contra y no quería que alguien más hiciera mi trabajo.

Las cosas se dieron naturalmente el día en que su rostro cambió y el dolor dejaba marcas en su expresión, y fue allí cuando tuve la oportunidad de acercarme y brindarle una última charla, mientras su estado general se deterioraba aún miraba por la ventana.

Esa conversación trataré de reproducirla con el mayor de los aciertos, pues mi mente es imperfecte e incompleta, las primeras preguntas fueron las de rigor y no vale la pena exponerlas acá, finalmente hice la pregunta que tenía en mente desde hace algún tiempo:
-¿Que tanto le divierte mirar por la ventana?

Me miró desconcertado pero respondió:
- Son los hombres los que me divierten, ¿no ve como llevan sus vidas? Son todos unos farsantes y mentirosos, viven en una gran burbuja de mentira, la respiran todo el tiempo. Es divertido verlos como lentamente se dan cuenta que esta es una vida miserable y que no merece la pena vivirla- Hizo una pausa como esperando una reacción en mi que no ocurrió y luego continuó- Por mi ya no me preocupo, los caballeros fantasmas vienen por mi cabeza en menos tiempo del que muchos creen, menos del que usted seguramente cree, y doctor, si me permite haerle una pregunta ¿tiene algo de malo burlarse y disfrutar de las desgracias ajenas mientras espero que el cancer me de una lenta y dolorosa muerte que la he venido experimentando desde hacealgún tiempo?

- No es mi trabajo juzgarlo, usted lo hace por si mismo, justificando sus acciones y su propia maldad por medio de una enfermedad. Yo no podría juzgarlo pues disfruto mi trabajo y este incluye ver morir lentamente a los internos de este recinto hospitalario; disfruto ver la muerte y estar rodeado de ella, y seguramnte disfrutaré también el momento de su muerte, más que el de ningún otro paciente que haya pasado por mis manos, porque lo acabo de conocer y darme cuenta de su hipocresía, a pesar de que tiene los ojos abiertos para ver y disfrutar el ácido humor que nos proporciona el azar, y la vida misma. Disfrutaré el ver como finalmente se gana su libertad y como lentamente y probablemente con dolor se irán soltando las ataduras que lo mantienen en este sucio mundo para finalmente desaparecer en la nada, y nadie lo recordará en algunos años y su vida fue tan valiosa como la de otros tantos que han pasado por acá. ¡Nada valiosa!

Aquel anciano sonrió al escuchar mis palabras.
- El verdadero enfermo acá es usted, pues mientras la naturaleza de mi ser fue cambiando con el tiempo, solo con el hecho de experimentar el dolor en mi propio ser fue cuando aprendí a disfrutar el observarlo en los demás. En cambio su alma podrida disfruta el dolor de aquellos que no lo escogieron, el dolor de los desahuciados, de los moribundos y de los olvidados. Yo disfruto verlo en aquellos que se hunden por sus propios medios, usted en cambio de aquellos que sufren por el azar.

- A aquellos que usted observa no tendría sentido observarlos, no son especiales, son idiotas e imbeciles al igual que usted lo era y lo es en algunos sentidos, no aportan nada a la especie humana, cuya mayoría debería simplemente desaparecer pues son solo parásitos.

Mientras pronunciaba estas palabras continuaba brindandole el medicamento apropiado para hacer desaparecer su dolor.

- Usted podría liberarme sin ningún remordimiento. Usted es el mismo diablo.

Esas fueron las últimas palabras que pronunció antes de que comenzaran los efectos iniciales de la dosis letal que terminaba de brindarle. Se ganó su boleto de salida de este enfermo mundo, pero era igual a todos, creyéndose con el derecho de juzgar los motivos y las acciones. Se creyó capaz de juzgar mi odio hacia todos los de su clase.


Escrito por SergioMC