martes, 9 de junio de 2009

Absorptus

Sus besos sabían a tristeza. Pero a diferencia de la amarga tristeza a la cual estaba costumbrado esta era una tristeza dulce. Una tristeza nostálgica que tenía gusto a mango y aroma de guayaba. Me pregunté si podía ser esa la cura de la misantropía.

Me di cuenta que estaba esperando morir.

domingo, 15 de marzo de 2009

Bello Silencio

Estimado lector, si es que existe alguno, espero que no resulte tan extraño y perturbador para usted como lo ha sido para mí el iniciar alguna de estas confesiones misantrópicas – que simplemente tratan de exponer las úlceras y cicatrices morales del conjunto humano que me he dedicado a observar con el paso de mis años – con una cita a otro autor; mas es claro que si recurro a esta licencia artística es debido a las limitaciones que encuentro en mi pensamiento y a la ausencia de un vocabulario suficiente para empezar de otra manera.

Las horas siguientes a la medianoche y previas al amanecer nunca han sido indiferentes para mi, puesto que ellas han sido fieles a mi meditabundo y errante ser. Gracias a las ideas que desarrollo y profundizo mientras los seres de dios (también los del diablo) duermen y descansan he conquistado cimas metafísicas que se encuentran prohibidas para algunos; y son éstas las que me han permitido desplazar la duda y obrar con firmeza.

De esta manera discurría en la afirmación hecha por Coleridge en mil novecientos diecisiete, cuando aseveró que hay quienes nacemos aristotélicos y quienes nacen platonianos. A partir de esta diferencia fundamental en el origen del pensamiento podemos concluir que aquellos que somos materialistas nos dedicamos a divagar en cuestiones de un tinte más filosófico y trascendental que aquellos dualistas que llevan una vida llena de magia y engaños y transcurren en la búsqueda de una tierra estival para un alma que no es más que un invento yoico.

Fue una de aquellas personas dualistas la que me refirió en horas de la mañana del día anterior una de las tantas historias que transitan en las galerías de los sanatorios que fueron alguna vez administrados por la curia. Sabiendo con anterioridad que pasaría por primera vez la noche en aquel lugar intentó impresionarme con historias que había escuchado previamente refiriéndose a otros lugares: el incendio de un inexistente pabellón pediátrico, la sombra de un hombre que murió asfixiado, y la más famosa de todas, la presencia de una novicia que sin pies o acéfala (dependiendo la versión) se aparece para recordarte la hora de tu muerte. No es difícil predecir cual sería mi reacción con ese peculiar personaje.

El camino que siguieron mis pensamientos me llevó a recordar aquel acontecimiento mientras me encontraba observando detalladamente el color del satélite femenino; tratando de descifrar esa mezcla entre tonalidades opalinas y marfileñas ya que a diferencia de Borges encuentro seductores los diferentes matices del amarillo. Y cuando una presencia me sacó del ensimismamiento no reaccioné con sorpresa, pues ese era mi estado natural y era frecuente que fuerzas externas me incluyeran nuevamente en los límites de este mundo compartido. Como es un reflejo de mi manera de mirar primero enfoqué hacia la parte inferior de este individuo para luego con lentitud ascender hasta llegar a los ojos y detenerme unos segundos en su mirada.

Cual no sería mi sorpresa al descubrir que me encontraba frente a una religiosa cuyos pies se encontraban ausentes. A pesar de la historia que había escuchado me mantuve calmo, y sabiendo que probablemente la aparición de esta figura podría tener repercusiones a largo plazo en mi frágil estado mental, despertó en mí el interés de conocer lo que la fémina parecía tener que decirme.

En un principio mostrose seria y un poco atemorizada; confundiendo mi figura con la de algún demonio frío amigo de la muerte. Pero una vez nuestras posiciones quedaron claras, noté a la espectral figura sorprendida e inquieta por el hecho de haberme encontrado solitario y contemplativo. En principio trató de obtener una explicación de mis motivaciones para admirar con hipnotismo esas horas; mas luego pude guiar nuestra charla a su vida y obtuve el siguiente relato.

    - Aquellos eran tiempos convulsos. Los nativos habían comenzado a mostrar su desagrado por las determinaciones tomadas por los monjes principales. En el convento manteníamos a los pequeños que tomábamos para guiarlos en las creencias cristianas. Sus padres cansados de torturas y de acosos se reunieron y manifestaron los continuos irrespetos a sus creencias y a su existencia como seres sociales, sin saber leer o escribir exigieron ser tratados como más que meros animales de trabajo sometidos a la esclavitud. La congregación de San Sebastián se acercaba a su final.

    En una de esas noches frías sentí por primera vez esa comezón de los sentidos de la que había escuchado habían sufrido aquellas más cercanas al Señor, y apareció ese flujo celestial que comenzó a descender a través de mi cuerpo. Por primera vez me sentía ungida.

    En el inicio ese germen de amor cristiano me llenaba de ansiedad, y en sueños oía la voz de su Majestad suplicándome el amarlo. Los múltiples miembros móviles de mi órgano más sagrado me ayudaron a soportar el tormento de amar a quien no puede estar presente. En las tardes amamantaba a esos pobres seres que despojados de sus padres se habían quedado sin alimento. Ese amor celestial manaba de mi y eso me ayudaba a estar cercana al coro divino de los ángeles que hacían parte de la corte de nuestro señor.

    Pero el demonio hizo aparecer su sombra sobre mis sanas tendencias. Pronto no fue suficiente con el sacrificio que hacía de amar a todas las criaturas del señor y deseaba que fuera el señor mismo el que me enseñara el gozo. El crucifijo hizo las veces de mi amante en algunas ocasiones.

    Posteriormente acudí a confesarme al sentir que a pesar de los cambios no era suficiente y esa comezón aumentaba en intensidad y en episodios. El santo padre, líder de nuestra comunidad se encargó el mismo de ayudarme a exorcizar mis demonios internos. Pero todo tenía un precio y la vida sagrada comenzó a crecer en mi interior. Vida sagrada que terminó en un lago. Lago sagrado.

    ¿Cómo iba yo a saberlo?

    En el amanecer del último día de la misión, un grupo de hombres me tomaron de las manos y con golpes certeros y efímeros arrebataron mis pies de mi cuerpo y para castigarme se encerraron con los restos de aquel niño que nunca amamanté, aquel niño nacido con la circuncisión sagrada de aquel a quien en verdad amo.

Una vez finalizó su alocución advertí que esperaba una respuesta diferente a la que pude brindarle. Por lo que si decir más palabras se desvaneció en el pasillo, rodando. Yo permanecí sentado, solitario y contemplativo.

domingo, 25 de enero de 2009

La caja roja

Además de las incoherencias que dominan mi comportamiento de las últimas semanas, mi memoria ha sido ese héroe que rescata al necesitado. Últimamente esta ha sido la única puerta abierta en un ciclo que aún trato de entender.

Así como consta dentro de mis narraciones, mi manía por recorrer a pie esta ciudad fue mi desahogo. Muy temprano en la mañana me levanté de mi fastidiosa cama, después de pasar la noche anterior en vela tomé el rumbo del ocioso, de un lado para otro, a donde me llevaran mis pies.

Aún con el frío de la madrugada y los primeros visos de luz solar, caminé hasta llegar a un parque muy cerca de mi casa. Encontré una banquita de madera típica de los parques de esta ciudad, me senté haciendo caso omiso de que la banca estaba mojada; en ese momento lo tomé como un incentivo para que mi cuerpo se deportara del letargo del frío matutino.

Pasados unos cuantos minutos divisé a un ser de repulsivo andar y a medida que se iba acercando a mi, el olor que expelía este sujeto era más que detestable. Sus ropas eran simples harapos que a duras penas le cubrían el cuerpo del ambiente externo. Era uno de esos llamados “desechables”; aunque nunca he entendido porque los llaman así, si fueran desechables querría decir que algún día fueron útiles para algo, y que ahora no son más que basura, entonces por qué no llamarlos simplemente basura o ¿Podrían ser llamados así porque su utilidad en la sociedad actual es la de mostrarnos la alteridad de la vida? La existencia del otro me da la identidad de mi mismo, que nuestras vidas son mejor de lo que pensamos con respecto a estos seres diambulantes en toda ciudad occidental; o tal vez mostrarnos que las malas decisiones en este lado del mundo capitalista nos llevan a la indigencia, y que por consiguiente tenemos que mantener nuestros estatus de vida para no caer en ese estado. Cual fuere el caso, siempre gozo hablar con el bagazo de la sociedad y esta no fue la excepción.

Era un hombre joven de entre veinte a veinticinco años, pero la mugre y la peste que llevaba encima lo hacían ver mínimo de cuarenta. Al momento en que se acerco a mi, observé que en la esquina del parque había una clásica mujer vendetintos y toda clase de bebidas calientes para los trabajadores nocturnos que siempre llegan a ella en busca de calor en sus cuerpos. Esa fue mi excusa para invitarlo a departir conmigo un rato, lo invite a tomarse el tradicional “tintico” de la mañana; enseguida acepto y en la banquita procedí con mi interrogatorio.

- Hombre, y ¿cual es su nombre? –Pregunté
- Patrón, yo soy Dago y yo soy cualquier otro que vive en la calle, y como muchos en la espera de algo. Algunos esperan a ser rescatados, otros esperan volver a ver sus familiares, otros perdidos en las drogas esperan la muerte para salir de este hueco en el que nos hemos metido, y así…
- Y usted ¿que esta esperando Dago?
- Patrón le voy a mostrar algo, ya me cayó “todo bien”.


Enseguida, buscó dentro de su harapo que hacía de camisa y sacó una pequeña cajita roja. Una de esas cajitas que contienen dulces dentro de ella, pero que sería mas regular verla en posesión de una adolescente que en posesión de un ente como este que tenía al costado.

- Mire, esto es lo que estoy esperando –dijo con cara de satisfacción- he esperado por un largo tiempo a comerme el último dulce de esta cajita. No sé que pasará cuando lo haga, pero eso es lo que espero.
- Bonita caja –dije con cierto aire de hipocresía- ¿de quién es? ¿de dónde la sacó?
- La encontré hace un tiempo –hizo una cara de no saber ni en que día, mes o año era- en esta banca en la que estamos ahora, por eso venía yo hacia acá. Patrón, usted creyó que yo le iba a hacer algo en medio de este frió, ¿no es cierto?
- No, la verdad no, -era verdad, yo lo que quería era una historia- solo me dije a mi mismo que usted debía tener frió y me decidí a ofrecerle un café.
- Si ve, usted es “todo bien”.
- Entonces, ¿encontró la cajita aquí en medio de un parque y llena de dulces? Cuénteme eso, que no lo acabo de entender.
- Sí, así como le digo Patrón. Yo estaba pidiendo plata a las parejas que vienen a pasar el rato en este mugre parque, y cuando le pedí plata a la pareja que estaba sentada aquí, estos “pirobitos” me miraron de arriba abajo llenos de susto, por eso sin más ni más, me dieron la caja que tenía la mujer en sus manos. ¿Sabe? Es tan fácil asustar, no sé por qué la gente se asusta de mi, no tienen idea de quién soy como para que reaccionen así.
- Sí, tiene razón.
- Por eso digo que me la encontré, yo no hice nada para que llegara a mí. Es algo raro que yo tenga algo así, pero así como llego a mí sin quererla, creo que debe ser eso que llaman destino, y espero que la cajita me traiga algo en mi destino. Tengo claro que al momento de acabar con la caja algo me espere.
- ¿Algo bueno?

No me contesto, se quedo callado. Abrió la cajita y se comió el último dulce que tenía, en una forma de demostrarme en mi cara que su buen destino había llegado.

Después de pasar lo que le quedaba de dulce en su boca, lo noté raro, se quedó callado, esperando que las cosas cambiaran, se le notó en la cara un halo de tristeza y melancolía de saber que después de haber esperado tanto por un cambio significativo en su vida, todo siguiera en lo mismo. Me miró fijamente como arrepintiéndose de haberme contado su esperanza más grande de las ultimas semanas.

- ¿Sabe qué, Patrón? Le regalo la cajita, ya no la quiero. –Me dijo levantándose de la banca.
- Pero ¿qué pasó? –extendí mi mano, y la recibí.
- Ya no la quiero ni ver, gracias por el tinto –dijo yéndose. Tomó camino por medio del parque y perdiéndose detrás de la esquina de una de las casas de alrededor.

Ya con más luz en el ambiente y con el movimiento constante de personas por todo lado resolví volver a casa; ya el sueño me perseguía. Tome rumbo hacia mi casa y pasé justamente por el mismo camino que mi compañero de banca tomó al retirase hacía una hora. Cuando llegué a la esquina de la casa en donde él había virado, me encontré con un arrume de gente al lado de un cuerpo y un carro ensangrentado, era él, con el que departí un rato y un “tintico”. Sí, ese hombre en medio de la calle, botado, fue mi compañero de madrugada y de banca, había sido atropellado hacía una hora y aún estaba allí esperándome a echarme en cara su destino.

martes, 11 de noviembre de 2008

Conociéndome

El día de hoy traje conmigo parte del registro fonográfico que hace parte del 042685. El trabajo me ha estado consumiendo pero aún me quedan cosas por comprender, espero que esto termine de aclarar todas mis dudas. Enciendo el reproductor hasta que se comienza a escuchar...


-Pero ¿fuiste tú?
-Claro que no Nando, es inconcebible que yo haga algo así.
-¿Estás seguro? Yo te entiendo y se lo que te pasa por la cabeza de vez en cuando.
-Imposible, me rehuso a pensar que tan malvada situación haya sido provocada por mí, es algo totalmente salido de la realidad, tal evento solo hace parte de realidades alternas que solo existen en mis pensamientos.
-Mirate, mira en donde estamos. ¿No es inquietante para ti que sigamos aquí? No recuerdas nada, ¿no? Llama a Mata, ella nos ayudará con este problema

-Mata ¿qué sabes?
-¿Con respecto a qué? No me digan que siguen divagando en sus charlas, desperdiciando el tiempo con inocentes conversaciones filosoficas que los llevaran a lo mismo siempre; repetidamente les he dicho que se callen para poder pensar bien ¿A que te refieres exactamente muchacho?
-Nando me ha perturbado con una noticia…
-Muchacho, tu lo sabes todo; de hecho los tres sabemos todo. Muchacho, lo sabes, solo haz memoria y todos los vacíos se llenaran.
-En serio Nando, no se a que te refieres. Recuerdo haberme despertado muy temprano, lo recuerdo porque en mi cumpleaños siempre trato de quedarme todo el día en mi cama sin que nadie me joda la vida; pero no fue así, fue un día normal como siempre he querido que sea. Me levanté de mi fastidiosa cama para llevar a cabo mis ritos diarios. Después de acicalarme, mi usual visita al café de N es inevitable…

-Mata, ¿recuerdas que tu le llamaste N? ¿Por qué fue que la comenzaste a llamar así?
-Sí Nando, fui yo, el muchacho no quería apodos para ella, pero resulto aceptándolo. Ja ja ja. Surgió por su extenso nombre, además como muchos nombres extranjeros este era difícil de pronunciar para nosotros. Jajaja.
-Calla Mata… no te rías, ella siempre fue muy honesta y sincera con todos nosotros. Recuerdo que ese día N, me hizo quedarme hasta la noche en el café, por ser mi cumpleaños quería tenerme cerca, y muy gustosamente acepté, no es secreto para ustedes que siempre ha sido de mi agrado y gusto el estar junto a ella. Rara vez no voy a el café de N, me embelesa ese lugar, y no entiendo por qué. Tal vez como muchos escritores me dejo llevar por la necesidad de historias, y ese café es un foco o cúmulo natural de ellas.

-Tranquilo muchacho, no inventes historias, nosotros sabemos que te gusta ir por N. Ja ja ja. Pero ¿por que dices que “fue”?, no la mates todavía ¡Ja ja ja! Por cierto, yo la ayude anoche a cerrar el café.
-¿En serio? Nando me acaba de contar una tétrica situación…
-¿Qué fue lo que te contó Nando?
-Mata, ¿Recuerdas el sueño que tuvimos hace un tiempo? El del asesinato…
-Sí, pero ¿qué tiene que ver el sueño con N?
-La historia de Nando, es muy parecida a nuestro sueño… La vio muerta entre mis brazos anoche y yo no recuerdo nada.
-Nando, ¿Es verdad lo que dice el muchacho?
-Sí, les contaré. Después de que el muchacho salio del café, N quedo sola junto a su novia, yo lo sé porque me quedé afuera junto a un árbol que me proveía de un buen camuflaje en la noche; no podía arriesgarme a que me vieran, teniendo en cuenta lo que iba a hacer.
-Pero, yo estaba ahí anoche y no te vi Nando. ¿Que carajo hacías tú ahí?
-Mata, tú muy bien sabes el cambio que ha tenido el muchacho desde que conoció a esta tal N. Ya no es el mismo, muchacho, tú lo sabes has cambiado demasiado, pero el cambio ha sido para mas desgracias, sin esos cambios nosotros no tendríamos que estar aquí ¡Se debía suprimir a N del centro!
-Muchacho no puede ser que sea verdad lo que me estoy imaginando, ¿ustedes dos le hicieron algo a N?
-No sé, no recuerdo. Solo sé lo que Nando esta narrando...
-Entonces por favor permítanme continuar. Después de que Mata le ayudo a N a cerrar, seguí a N hasta su casa y allí ocurrió; debía suprimirla, por el bien de los tres. Así que tomé una bolsa de plástico, la puse sobre su cara, y presioné fuerte hasta que dejó de retorcerse. Siempre he dicho que es mi forma favorita de matar a alguien ¿Aún no lo comprendes muchacho? Si yo la maté por qué serías tú el que tenía a N muerta en sus brazos.

-Ya entiendo…. “Mata… Nando… a N”… eso fue lo que me dije cuando salí del café esa noche. Odiaba el control y el nivel de manipulación que N tenía sobre mí.
Estoy solo… Mata, Nando…
Por eso el cuarto de dos por dos… Maldita celda…


Envuelto en el silencio de mi habitación las cosas son ahora más claras para mi. El genio de la perversidad se encuentra muy cerca mío.

domingo, 26 de octubre de 2008

Cumbre con La Muerte


"¡Ven y devora este fantasma impío,
De pasado placer pálida sombra,
De placer por venir nublo sombrío!"
Gertrudis Gómez de Avellaneda


La ciencia exige tan solo que el pensamiento sea sistemático y comunicable. Si analizamos a fondo esa frase muy pocas cosas quedarían por fuera del alcance de la ciencia. Sin embargo debo admitir que en la situación que les relataré a continuación me encontré en el límite de la ciencia, experimentando algo que aún no soy capaz de comprender completamente. Debo contarles primero que estos meses de ausencia se deben principalmente a la necesidad del conocimiento que comencé a sentir desde aquel momento. Incluso me he alejado un poco de los círculos sociales que solía visitar, tan solo por esa vivencia aberrante que me persigue en sueños e incluso en el estado de más completa vigilia. En las pocas ocasiones que me he visto obligado a salir de mi refugio me encontré sorprendido por seres con fisionomía similar a la de Juan, llegando incluso confundir el mundo ilógico de los sueños con la realidad tangible y atroz. Yo se que los muertos no regresan, pero todo lo que acompañó aquella situación me hace dudar incluso de mi propia sanidad mental. Aún el día de hoy revivo pequeños aspectos tétricos de aquella tarde. He decidido realizar este pequeño documento para liberarme de alguna manera de los sórdidos pensamientos que me han acompañado en los últimos meses.

En toda mi vida no tendré probablemente la posibilidad de probar la hipótesis con la que me he hecho, mas es cierto también si seguimos la lógica que una vez se han descartado las opciones con mayor probabilidad la menos probable es la más cierta así esta última sea ilógica. Las bases sobre las cuales se erige mi pensamiento y mi formación me impiden admitir la existencia de algún método para conocer con precisión el momento exacto de la propia muerte, exceptuando claramente a los suicidas. Es algo que escapa a toda lógica de este mundo. Mucho menos aún el sostener la posibilidad de percibir el proceso que conlleva a la deleción final de la vida y comprenderlo.

Durante el mes de Julio me encontré visitando una pequeña ciudad costera pero con cualidades únicas, los rasgos coloniales de su arquitectura y las costumbres de su gente hacían del lugar completo un punto de observación del comportamiento humano más que interesante. Dedicaba mis tardes a observar con delicadeza y con mucha atención los rituales de apareamiento que tomaban lugar en aquella región. Me causan gracia todavía los movimientos del varón para tratar de conseguir la atención de una dama que no goza de la gracia ni de la sutileza que suelen llamar mi atención. Movimientos gruesos y miradas que buscaban llenar tan solo el cuerpo de un placer momentáneo y fugaz privándolo para siempre de algún deleite ultraterrenal.

A ese lugar llegó Juan una tarde. Fue una grata sorpresa para mi el encontrar un rostro familiar entre tantos grostescos y desconocidos personajes, lo llamé a la distancia y lo invité como dice nuestra costumbre a compartir una taza de café mientras transcurre el tiempo entre nuestras conversaciones sin sentido y sin ninguna conclusión.

Descubrí rápidamente los cambios que habían sucedido en él con el paso de los años; pasó de un ateo consumado y consumido por el hachís a un cristiano consumado y consumido por el hachís. El cambio externo de su personalidad se vio acompañado del nacimiento de un pequeño vástago y de la unión de Juan con la madre del ya nombrado. Sin embargo, en esencia seguía siendo el mismo Juan que había conocido.

Discutimos acerca de la cultura y la religión como factores influyentes en el desarrollo de nuevas conductas en el ser humano y de como estas son de utilidad para el funcionamiento de una corrupta y putrefacta sociedad occidental. Sin llegar a ninguna conclusión cambiamos de tema alrededor de esa droga deliciosa y legal.

La conversación dio un giro cuando le interrogué hacia su destino en una tarde de martes. Sacó de lo más profundo de sus papeles una hoja ambarina y ya roída, la puso encima de la pequeña mesa de madera señalándola para que la tomara y la leyera; la hoja resultó ser una carta que mostraba lo siguiente:

Subyugado me encuentro ante la profunda tristeza que me embarga y la gran danza de pensamientos que me visitan entorpecen mi diaria actividad. Aunque cualquier poeta o intelectual podría sentirse agradecido por los sentimientos que acompañan no me he caracterizado por cultivar la palabra o la mente, la cual me he encargado de matar lentamente por medio de ese elixir dulce y delicioso que baña el agua de los ríos que atraviesan los campos contiguos solo con el fin de eludir sosegadas reflexiones sobre el pasado y el presente. Sin embargo soy capaz de percibir mi estado y al mirarme observo el vulnerable y frágil ser en el que me he convertido, incapaz de soportar la espontaneidad de los movimientos del tiempo; un tiempo por el cual transito absorto gracias a las pequeñas maravillas que sus estragos dejan. Vulnerable ante pequeños cambios, ante las suaves gotas de una lluvia que pacifica la gastada relación entre el inclemente tiempo y la triste humanidad habitante de esta zona, el escozor producido por el agua sobre mi rostro en estos momentos resulta insoportable. Vienen entonces a mi mente recuerdos de mis memorias infantiles, cuando la lluvia era parte fundamental de los pueriles juegos que solíamos tener mi hermano y yo. El lodo sobre mis zapatos que significó una oportunidad para dibujar sobre el áspero cemento que forma la calle es ahora una especie de castigo incómodo para el piso de mi casa.
Habiendo perdido ya toda esperanza de encontrar nuevamente la esperanza, así sea un atisbo de estabilidad, comenzó a aparecer el temor de perder el control sobre mi mente y sobre mi persona. La confianza que en algún instante deposité en un inexistente dios hoy se ha disipado completamente, y la energía que antes dedicaba a los ritos religiosos sintiéndome como un desconocido mientras los llevaba a cabo terminó siendo una carga para mi. Extraños pensamientos sobre la muerte y el temor que desde joven le profesé fueron produciendo movimientos internos en mi corriente mental que concluyeron luego de un tiempo en descubrir que ya no existía el miedo realmente, que los hombres debemos simplemente liberarnos de los amarres impuestos por el corrupto mundo que quiere utilizar nuestros temores para hacer parte de una maquinaria oxidada.
El día de hoy descubrí que no disfruto el trabajar la madera como antes, y dejo este documento como testimonio que no fue una ingestión accidental. Si el trabajo no es lo mismo, y no disfruto de las actividades restantes de mi torpe vida, he decidido ir al encuentro de algo más y terminar con el tedio del cual mi vida se ha llenado. Espero que la muerte me brinde algo de diversión. Alma de los metales ¡Ayúdame por favor a encontrar mi alma!
Cesar Pizarro

Al terminar de leerla no entendí el significado de la misma. Fue cuando me dijo que pertenecía a su difunto tío, muerto por una intoxicación con Arsénico a manera de suicidio. Los detalles que me fueron revelados acerca del sufrimiento que padeció durante los siguientes tres días y que precedieron a su muerte son tan aterradores que evitaré el recordarlos a toda costa, pues aún sufro los efectos de aquella situación que ha dejado mi vida en ruinas, a pesar que ahora trato de recomponerla.

Solicitó con ahínco mi compañía en el tributo que iba a rendirle a su pariente, convenciéndome de hacerlo por medio de un discurso majestuoso. Con solemnes movimientos que jamás olvidaré emprendimos camino a la necrópolis previamente mencionada. Su mirada se tornó evasiva y miraba con ojos curiosos las múltiples tumbas que ante nosotros se alzaban imponentes y desafiantes, mostrando a la Muerte invencible, poderosa e incontrolable.

Sin conocer con exactitud el punto al que marchabamos me dedicaba a seguir a Juan tratando de continuar alguna de nuestras conversaciones, mas su voz sufrió un cambio que no soy capaz de describir, se hizo más profunda y un poco agitada a pesar de la lenta velocidad con la cual nos movilizabamos.

Llegamos al lugar indicado cuando el dador de luz sobre el firmamento se ocultó favorablemente detrás de una nube, como si no quisiera ver lo que Juan tenía que hacer. Pero tan solo encendió un cigarrillo enfrente del mausoleo e hizo una plegaria a su dios. Al finalizar su rito dimos media vuelta y caminamos hasta la sala destinada al manejo de los cuerpos. Se sentó como si esperara a alguien y no pronunció ninguna palabra en los siguientes minutos. La desesperación de la incertidumbre se estaba apoderando de mi normalmente calmado e inalterable ser. Mi respiración se agitó hasta el punto en que el flujo del aire que expelía de mis pulmones levantaba las hojas secas que se encontraban sobre los azulejos del lugar. Ese episodio sumado al difícilmente comprensible comportamiento de mi amigo aumentaron los rasgos paranoides de mi personalidad y la duda y la sensación de un peligro inminente alertaba todos mis sentidos y mientras trataba de mantener la entereza y la estabilidad de mi mente mi joven amigo se encontraba mirando una esquina ensimismado en sus pensamientos.

En algún punto luego del transcurrir del tiempo -no sería capaz de medirlo de manera cuantitativa ya que con las emociones que experimentaba cada segundo se alargaba tal vez eternamente- Juan llamó al encargado del lugar y pidió lo suyo. Yo sin entender y al punto de perder la cordura trataba de alejar la locura con movimientos alternantes de un lado a otro de la sala, observando las acciones que se llevaban a cabo como testigo mudo e invisible.

El encargado del lugar fue a otra habitación mientras Juan me dijo que observara con atención lo que pronto sucedería, sus ojos de fuego penetraron lo más profundo de mi mente y permitiéndole asegurarse de alguna manera que mi mente grabara los más mínimos detalles la horrible escena que vendría a continuación.

El encargado regresó con un epitafio de piedra, el cual Juan analizó mirándolo de manera inquisitiva y luego de aprobarlo se recostó sobre el mesón metálico destinado a los cuerpos que llegaban allí en tiempos pasados para ser completamente examinados por parte de algún conocedor. Sorprendido ante esto mis ojos cayeron sobre los de Juan y fui capaz de ver su mirada vacía con dirección a la cubierta de la morada. Me encaminé hacia el epitafio de piedra y allí advertí con sorpresa algo que hasta ese momento no había comprendido.

Juan David Pizarro
“Padre ejemplar, Pastor amado”
Diciembre 4, 1978 – Julio 6 2000

¡La fecha de su muerte es de hace un año! ¡Un año Antes! Buscando respuestas traté de volcar mis preguntas sobre el encargado, quien me entregó un documento en el que se solicitaba la exhumación del cuerpo del Pastor Juan un año y un día después de haberlo sepultado, agregando además que un médico vendría a revisarlos. Volví sobre el cuerpo de mi amigo y encontré en su lugar los restos putrefactos de una momia desagradable con el rostro de Juan y el vaho de la muerte impregnó mi olfato y mis ropas.

Desconcertado y nervioso en mi cabeza retumbó la voz desgastada del encargado que me decía:
- ¿Para qué estaba necesitando este cuerpo?

sábado, 31 de mayo de 2008

Bunalti

Kyrie, ignis divine, eleison

Me encuentro nuevamente frente al espejo, como cada mañana, pero en esta ocasión me detengo y observo como el vapor de agua se eleva lentamente e impregna el vidrio en el cual mi reflejo comienza a perder sus formas humanas convirtiéndose en un remanente humano, una sombra, algo opaco de lo que alguna vez fue. Me siento tranquilo y disfruto ese momento; aunque sea por unos segundos soy capaz de librarme de las imperfecciones que conlleva mi característica humana y me convierto físicamente en un ser diferente, un ser no humano que dotado con mis cualidades es superior a las criaturas que me acompañan.

Pensamientos que me embargan me hacen meditar acerca de como es que soy capaz de ocultar mis verdaderas pulsiones ante las personas que me rodean, mis impulsos de librar de este mundo de la escoria de la sociedad de cualquier método posible seguramente me hace un hombre peligroso para aquellos que disfrutan vivir en la mediocridad, solo en busca de placeres fugaces y tontos que no se comparan con la plenitud mental que produce el cultivar lo intelectual. No puedo explicar la sensación de desprecio que me producen aquellos humanos que se sienten diferentes y superiores a otros animales por una simple idea dogmática introducida en su cerebro desde la más temprana infancia cuando en realidad todo su comportamiento se encuentra sobre las bases de su sexualidad, el instinto de reproducción parece más fuerte mientras menos capacidad pensante se posea. Mi forma de llevar esta condena que llaman vida se ve una vez más avalada por la meditación profunda que conlleva mi pensamiento lógico y racional.

Sin embargo el sarcasmo que aparece a continuación me sorprende pues mientras cavilo sobre estas cuestiones de carácter intangible veo como en el espejo se escriben como por una mano invisible las letras

B U N A L T I

conformando lo que parece ser una palabra, su significado no lo conozco y la respuesta lógica de mi cuerpo ante tan ilógico y tan fantástico acontecimiento se caracteriza por las rápidas contracciones de mi músculo cardiaco y una leve presión que ejerce su punto de máxima fuerza sobre la base de mi cráneo; trato de controlar la réplica de mi organismo ante tal situación pero las maniobras que hago no consiguen mi objetivo y las pulsaciones de mi corazón alcanzan los límites y algunas gotas de sudor brotan incontrolablemente de mis poros, la sensación de ansiedad que me produce este episodio es ahora para mi una carga y cercano al colapso tomo la única salida que me queda, controlar los síntomas con las armas que tengo a la mano y volver al sosiego que me produce el cigarrillo.

Tomo el cigarro y lo enciendo, la tranquilidad me embarga nuevamente con las primeras inhalaciones de ese veneno; con un poco de temor me asomo y examino las letras escritas con ayuda del vapor que aún siguen allí. Sin embargo los efectos calmantes del tabaco me mantienen centrado, lo suficiente para darme cuenta que incluso a las personas más lógicas y racionales pueden ocurrirle brotes psicóticos.

lunes, 26 de mayo de 2008

Sueño

Después de un pésimo día, y después de leer cierta etnografía, el sueño me cubrió con su delicada cobija oscura, quedando dormido en el sofá de mi sala. Usualmente los sueños son algo ajeno a mí; mi mente le deja eso a los hombres que necesitan soñar con realidades alternas y desprovistas de sentido común. Sin embargo, una realidad alterna se apodero de mi mente esa noche. Un sueño de varios segundos, los cuales parecían días.

Fue amargo y desalentador, mi conciencia me estaba jugando una mala pasada con tan tenebrosa imagen de mi mismo. Era yo con otro nombre, pero soy conciente que nunca seré o he sido como este señor.

Mi nombre era José, trabajador de tiempo completo. Era una de esas personas que presumen de sus grandes rasgos de manipulación de personas. Una de estas personitas que se jactan de su intelectualidad, pero con una ausencia eterna de valores morales. Un académico, lector de muchas novelas detectivescas. Su sueño frustrado era poder desentrañar algún caso, especialmente un asesinato en la ciudad y convertirse en el mejor detective de la ciudad por encima de cualquier cosa.

El pobre tipo era la combinación de un hombre con potencial enorme y pensamientos vanos e infantiles. Este señor podía saber mucho sobre sus áreas académicas pero distaba demasiado de un hombre libre de la atadura que la sociedad le imponía; una atadura de valores. La sociedad esta colmada de valores que desgraciadamente llevan a una «mejor vida»: la corrupción, el desprestigio, la traición…

Cierto día, José llega a un entierro funerario, como consecuencia de su profesión. Mientras andaba excavando en la tierra, en pleno medio día, el sol deja ver cierta particularidad que proviene de la tierra; algo refleja la luz del sol, desde la tierra, el reflejo golpea su cara. Tomando sus utensilios descubre delicadamente objetos arcaicos hechos en metales preciosos, haciendo a un lado la tierra que cubre tales piezas de oro macizo. Ante tal descubrimiento muchos procederíamos por el buen camino, pero este señor procedió con el robo de tales artículos; tuvo la desfachatez de robar. Las guardo en su mochila y espero a no ver a nadie para salir vilmente con las tan apreciadas piezas. Mientras esperaba a que se despejara el panorama para salir, se encontró con el designio que marcaría el fin de su existencia. Una pequeña piedra con muchos ideogramas, los cuales no recuerdo bien pero que decían algo así: «osa llevártelos y como consecuencia en el submundo amanecerás. Son las llaves de mi acceso, y si son usadas por el indigno, graves consecuencias tendrá.».

Debo aceptar que cierto morbo se apodero de mí. En cierta parte, mi responsabilidad es acabar con la porquería de la sociedad (como este personaje); pero me llenaba de curiosidad como actuaba un ser tan despreciable como José (según mi subconsciente). Mi responsabilidad con la sociedad es más evidente que nunca.

No se juega ni se irrespeta un entierro chamánico. Era lo que pensaba José en la noche. El hombre no era tan tonto después de todo, por lo menos en algo le sirvió tantos años de academia universitaria. Al momento de dormir, puso los cuatro objetos chamanicos al lado de su cama, para estar seguro de tenerlos cerca. A la madrugada, José se levantó en profundo sueño, tomó los objetos y como sonámbulo llegó hasta la tina, la llenó y se sumergió dentro del agua con las cuatro piezas rituales. Se cumplió, llego a otro mundo, utilizó las llaves de acceso. El fin de José, en el mundo del centro; y el comienzo de un nuevo día para mí.