lunes, 26 de mayo de 2008

Sueño

Después de un pésimo día, y después de leer cierta etnografía, el sueño me cubrió con su delicada cobija oscura, quedando dormido en el sofá de mi sala. Usualmente los sueños son algo ajeno a mí; mi mente le deja eso a los hombres que necesitan soñar con realidades alternas y desprovistas de sentido común. Sin embargo, una realidad alterna se apodero de mi mente esa noche. Un sueño de varios segundos, los cuales parecían días.

Fue amargo y desalentador, mi conciencia me estaba jugando una mala pasada con tan tenebrosa imagen de mi mismo. Era yo con otro nombre, pero soy conciente que nunca seré o he sido como este señor.

Mi nombre era José, trabajador de tiempo completo. Era una de esas personas que presumen de sus grandes rasgos de manipulación de personas. Una de estas personitas que se jactan de su intelectualidad, pero con una ausencia eterna de valores morales. Un académico, lector de muchas novelas detectivescas. Su sueño frustrado era poder desentrañar algún caso, especialmente un asesinato en la ciudad y convertirse en el mejor detective de la ciudad por encima de cualquier cosa.

El pobre tipo era la combinación de un hombre con potencial enorme y pensamientos vanos e infantiles. Este señor podía saber mucho sobre sus áreas académicas pero distaba demasiado de un hombre libre de la atadura que la sociedad le imponía; una atadura de valores. La sociedad esta colmada de valores que desgraciadamente llevan a una «mejor vida»: la corrupción, el desprestigio, la traición…

Cierto día, José llega a un entierro funerario, como consecuencia de su profesión. Mientras andaba excavando en la tierra, en pleno medio día, el sol deja ver cierta particularidad que proviene de la tierra; algo refleja la luz del sol, desde la tierra, el reflejo golpea su cara. Tomando sus utensilios descubre delicadamente objetos arcaicos hechos en metales preciosos, haciendo a un lado la tierra que cubre tales piezas de oro macizo. Ante tal descubrimiento muchos procederíamos por el buen camino, pero este señor procedió con el robo de tales artículos; tuvo la desfachatez de robar. Las guardo en su mochila y espero a no ver a nadie para salir vilmente con las tan apreciadas piezas. Mientras esperaba a que se despejara el panorama para salir, se encontró con el designio que marcaría el fin de su existencia. Una pequeña piedra con muchos ideogramas, los cuales no recuerdo bien pero que decían algo así: «osa llevártelos y como consecuencia en el submundo amanecerás. Son las llaves de mi acceso, y si son usadas por el indigno, graves consecuencias tendrá.».

Debo aceptar que cierto morbo se apodero de mí. En cierta parte, mi responsabilidad es acabar con la porquería de la sociedad (como este personaje); pero me llenaba de curiosidad como actuaba un ser tan despreciable como José (según mi subconsciente). Mi responsabilidad con la sociedad es más evidente que nunca.

No se juega ni se irrespeta un entierro chamánico. Era lo que pensaba José en la noche. El hombre no era tan tonto después de todo, por lo menos en algo le sirvió tantos años de academia universitaria. Al momento de dormir, puso los cuatro objetos chamanicos al lado de su cama, para estar seguro de tenerlos cerca. A la madrugada, José se levantó en profundo sueño, tomó los objetos y como sonámbulo llegó hasta la tina, la llenó y se sumergió dentro del agua con las cuatro piezas rituales. Se cumplió, llego a otro mundo, utilizó las llaves de acceso. El fin de José, en el mundo del centro; y el comienzo de un nuevo día para mí.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Gran relato. Me ha gustado mucho cómo lo has contado. Un poco inquietante también.

Te he conocido a travésdel grupo de facebook. Un blog muy interesante.

Dargaf dijo...

Gema, muchas gracias por tomarse el tiempo de leerlo, la verdad que nos reconforta saber que nuestros cuentos son del agrado de otros Bloggers.

Estaré ojeando su Blog...

Anónimo dijo...

Precioso relato... me encanta tu forma de escribir,

me alegro de haber encontrado tu blog por mi ronda de revisión de blogs de PTB...

Un saludo,