sábado, 3 de mayo de 2008

Paulina

"Todas las Biblias o códigos sagrados han sido la causa de los errores siguientes:
1. — Que el hombre posee dos principios reales de existencia: un cuerpo y un alma.
2. — Que la Energía, llamada Mal, no procede sino del cuerpo; y que la razón, llamada Bien, no procede sino del alma.
3. — Que Dios atormentara al hombre durante la Eternidad por haber seguido sus energías."
William Blake


En uno de esos momentos de soledad ella apareció con una llamada, con una invitación a visitar su casa campestre. Tal vez lo que necesitaba para escapar de todo sentimiento sucio que me recordara la humanidad aún existente dentro de mi ser era salir de ese ambiente completamente humanizado por medio de ladrillos y cemento; necesitaba un poco del verde de la hierba y el viento frío de la sabana. La última vez que había tenido contacto con ella su vida era un ente que escapaba de su control, la búsqueda del placer y la felicidad la habían llevado por un camino de artificialidad que finalmente parecía haber dejado.

Cuando llegué ya había anochecido, y pude disfrutar de la belleza que producía un cadáver de cánido a unos cuantos metros de la vía de entrada a su hogar. Me invitó a pasar con una amabilidad extraña en ella, había conseguido mantener una temperatura agradable dentro de la villa al destruir unos cuantos arbustos en el fuego; mi mirada se deleitaba viendo como cada pedazo de madera era consumido por la hoguera y mis oídos extasiados por el sonido que provenía de la fogata. En ese momento ella se acercó ofreciendóme una taza de té, era rojo y dulce. Recuerdo que disfrutabamos en el pasado el leer poesía juntos, sobretodo El Matrimonio entre el y el infierno que es de mis favoritas, por eso lo hicimos de nuevo en aquella ocasión.

Pasaron un par de horas en las cuales nos deleitamos al leer los pensamientos de un anciano loco antes de continuar con la conversación obligada y que habíamos tratado de evitar toda la noche, la conversación sobre nuestras vidas. Claramente me di cuenta que su obsesión por ser amada, por llevar hombres a la desesperación continuaba siendo su principal móvil; que el placer era todo lo que le interesaba y que prefería ser un personaje mediocre fácilmente manejable que soportar la angustia que le ocasionaba pensar, y meditar acerca de las acciones que tomaban todos los inidividuos que se encontraban a su alrededor. Traté de llegar al fondo de su alma y su pensamiento para averiguar que era lo que ocasionaba que una joven cuya visión superaba a la de los demás y cuya capacidad de análisis la hacía una persona bella, simplemente le diera la espalda a la realidad y solo se preocupara por ocupar sus imperfectos sentidos deformando aún más lo que sus ojos eran capaces de percibir.

Después de una charla en la que terminé molesto por su actitud de separación en la que se mostraba orgullosa de la elección que había tomado, la de pertenecer a una gran masa no pensante, egoísta, conformista y estúpida, y llegué a la conclusión que el peso de la miserableza había resultado demasiado para un frágil ser que necesita que le recuerden las bondades de si misma para alimentar un ego que no la llevó a ningún lado. La angustia que produce la soledad, el saberse diferente y superior a la gran mayoría de seres humanos crea una distancia infinita entre el entorno y el que lo es, cosa que en su caso fue imposible de soportar. Mis ojos se abrieron ante la gran luz que ella expulsaba de si misma, tratando de ser siempre algo que no era y tratando de ocultarlo por medio del consumo de sustancias que lentamente la llevarían al mismo estado de adormecimiento en el que se encuentra el mundo en general.

Allí fue mi ego el que no soportó la existencia de alguien que decidiera vendarse sus ojos por miedo a lo que podría encontrar, fui yo el que sintió desprecio por esa mujer que había desechado la forma de vida que yo había escogido para mí. Lentamente ella fue muriendo dentro de mi ser, no valía la pena conservar cerca un ente como ella. No nos volvimos a ver desde esa noche. Sin embargo aún recuerdo las últimas palabras que me dijo desde el pórtico mientras nos despedíamos: "El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría". En ese momento tomó una confitura de hachís y se encerró, como tratando de encerrar su mente y evitar el miedo, y la ansiedad que esta le producía.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

No quiero ser uno de esos mártires del destino, puestos por un azar utilitarista que los emplea como medio para untar de sensibilidad al mundo, quiero intentar ser feliz en este mundo en el que lo único cierto es la incertidumbre y la soledad suele ser la única compañía confiable.
Prefiero fornicar con lo efímero en cada esquina, nacer cada día del vientre de la masa que desdeña, y buscar razones que en el fondo sé inexistentes, pero que me son útiles de forma momentania para tener algo por que seguir respirando.