domingo, 23 de marzo de 2008

Castigo

Al entrar a su habitación por primera vez supe que yo no podía hacerlo. Ese día la luz del sol entraba de una manera única, particular y el ambiente estaba lleno de su luz naranja; y según recuerdo me llamó la atención la manera como le golpeaba el rostro un haz del mencionado color acentuando ciertas características de su rostro.

Me acerqué y le hablé de la manera más cariñosa posible - dudando de su capacidad para entenderme- pero tratándola de la manera más digna posible. Mi pensamiento me lleva a concluir que tanto para un infante de ocho años como para un adulto de cincuenta y dos es poco agradable estar postrado con un agujero en la tráquea y con los músculos de las extremidades contraídos de una manera sostenida sin tener la posibilidad de relajarlos, sufriendo de dolores indescriptibles a causa de esto.

"Paciente incapaz de comunicarse con el entrevistador" leí en su historia, y no pude evitar reírme. Al entrar en contacto con ella lo primero que hizo fue comunicarse conmigo, no a través del lenguaje, pero ¿no es la comunicación un concepto más amplio? Su expresión de dolor, esa manera de cerrar los ojos, de fruncir el ceño y levantar las comisuras labiales me hacía meditar acerca de nuestra capacidad para admitir que la ineptitud para comunicarse reside en nosotros, que estamos limitados por el lenguaje y algunos gestos que lo acompañan pero que hemos aprendido de manera inconsciente con el pasar del tiempo. Es difícil admitir nuestras debilidades y mucha más nuestra incompetencia.

Ella tiene solo ocho años y ya ha perdido su dignidad y aquello donde reside su humanidad. Un acto de negligencia que culminó con la falta de elementos vitales para el funcionamiento adecuado de su cerebro ocasionó un daño irreversible destruyendo regiones necesarias, algunas incluso para vivir. Pero aparece entonces un héroe que no es capaz de cargar con el peso de una muerte sobre su espalda, un cobarde que no es capaz de aceptar sus errores, o peor aún un héroe surgido del temor ante un sistema judicial que promulga normas que no son iguales para todos; ese héroe evita un final rápido y menos doloroso y la trae de vuelta para que sufra el resto de su existencia que él mismo es capaz de prolongar indefinidamente. Incapaz de alimentarse, eso es suficiente para morir de manera natural. Es por eso que a ella no puedo odiarla, no era capaz de hacerse odiar, no tenía la madurez necesaria y era solo un trabajo sin terminar.

Ahora es solo una carga o un gasto de recursos, eso le dicen con su mirada. Concluí que ella merece descansar, pero no es mi mano la que va a arreglar errores ajenos. No soy un salvador, no soy un héroe. Por eso he traído hoy ante ella, a ese que impidió su temprano final y que demostró odiarla sin tener razón alguna; a ese que alargó su sufrimiento, el que debe terminar su trabajo, el que llora ahora de arrepentimiento y de miedo al ver lo que sucede.

Lleva tres días conmigo en perfecta agonía, aunque les parezca que tres días son pocos para un ser despreciable como él yo les recuerdo que lo importante no es su sufrimiento mas si lo es el de la pequeña. Finalmente es capaz de terminar su trabajo y le doy su espacio, lo dejo a solas, para que disfrute de su obra de arte a la cual llamaría "Noventa días de dolor". Dejo que algunas horas pasen y luego entro y observo un mejor espectáculo, ahí está mi obra de arte: "El suicidio de un Héroe".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me pregunto cuál es el castigo para aquel que se hace daño a sí mismo. A veces quisiera verme desde afuera; contemplar mi obra, sentir compasión y culpabilidad, cargar con el karma que representan intentos fallidos por revaluar mi existencia o acabar con ella.
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Te felicito

YQS dijo...

Excelente, como nos tiene acostumbrados con sus dilemas, doctor.

Quizas este sea un comentario superficial, pero... ¿No seria adecuado un color más oscuro para el blog? ¿O es simple ironía? ¿O es la representación de la bata del doctor, simbolo ascetico si los hay? Deja mucho que pensar...

Mucha suerte!