sábado, 31 de mayo de 2008

Bunalti

Kyrie, ignis divine, eleison

Me encuentro nuevamente frente al espejo, como cada mañana, pero en esta ocasión me detengo y observo como el vapor de agua se eleva lentamente e impregna el vidrio en el cual mi reflejo comienza a perder sus formas humanas convirtiéndose en un remanente humano, una sombra, algo opaco de lo que alguna vez fue. Me siento tranquilo y disfruto ese momento; aunque sea por unos segundos soy capaz de librarme de las imperfecciones que conlleva mi característica humana y me convierto físicamente en un ser diferente, un ser no humano que dotado con mis cualidades es superior a las criaturas que me acompañan.

Pensamientos que me embargan me hacen meditar acerca de como es que soy capaz de ocultar mis verdaderas pulsiones ante las personas que me rodean, mis impulsos de librar de este mundo de la escoria de la sociedad de cualquier método posible seguramente me hace un hombre peligroso para aquellos que disfrutan vivir en la mediocridad, solo en busca de placeres fugaces y tontos que no se comparan con la plenitud mental que produce el cultivar lo intelectual. No puedo explicar la sensación de desprecio que me producen aquellos humanos que se sienten diferentes y superiores a otros animales por una simple idea dogmática introducida en su cerebro desde la más temprana infancia cuando en realidad todo su comportamiento se encuentra sobre las bases de su sexualidad, el instinto de reproducción parece más fuerte mientras menos capacidad pensante se posea. Mi forma de llevar esta condena que llaman vida se ve una vez más avalada por la meditación profunda que conlleva mi pensamiento lógico y racional.

Sin embargo el sarcasmo que aparece a continuación me sorprende pues mientras cavilo sobre estas cuestiones de carácter intangible veo como en el espejo se escriben como por una mano invisible las letras

B U N A L T I

conformando lo que parece ser una palabra, su significado no lo conozco y la respuesta lógica de mi cuerpo ante tan ilógico y tan fantástico acontecimiento se caracteriza por las rápidas contracciones de mi músculo cardiaco y una leve presión que ejerce su punto de máxima fuerza sobre la base de mi cráneo; trato de controlar la réplica de mi organismo ante tal situación pero las maniobras que hago no consiguen mi objetivo y las pulsaciones de mi corazón alcanzan los límites y algunas gotas de sudor brotan incontrolablemente de mis poros, la sensación de ansiedad que me produce este episodio es ahora para mi una carga y cercano al colapso tomo la única salida que me queda, controlar los síntomas con las armas que tengo a la mano y volver al sosiego que me produce el cigarrillo.

Tomo el cigarro y lo enciendo, la tranquilidad me embarga nuevamente con las primeras inhalaciones de ese veneno; con un poco de temor me asomo y examino las letras escritas con ayuda del vapor que aún siguen allí. Sin embargo los efectos calmantes del tabaco me mantienen centrado, lo suficiente para darme cuenta que incluso a las personas más lógicas y racionales pueden ocurrirle brotes psicóticos.

lunes, 26 de mayo de 2008

Sueño

Después de un pésimo día, y después de leer cierta etnografía, el sueño me cubrió con su delicada cobija oscura, quedando dormido en el sofá de mi sala. Usualmente los sueños son algo ajeno a mí; mi mente le deja eso a los hombres que necesitan soñar con realidades alternas y desprovistas de sentido común. Sin embargo, una realidad alterna se apodero de mi mente esa noche. Un sueño de varios segundos, los cuales parecían días.

Fue amargo y desalentador, mi conciencia me estaba jugando una mala pasada con tan tenebrosa imagen de mi mismo. Era yo con otro nombre, pero soy conciente que nunca seré o he sido como este señor.

Mi nombre era José, trabajador de tiempo completo. Era una de esas personas que presumen de sus grandes rasgos de manipulación de personas. Una de estas personitas que se jactan de su intelectualidad, pero con una ausencia eterna de valores morales. Un académico, lector de muchas novelas detectivescas. Su sueño frustrado era poder desentrañar algún caso, especialmente un asesinato en la ciudad y convertirse en el mejor detective de la ciudad por encima de cualquier cosa.

El pobre tipo era la combinación de un hombre con potencial enorme y pensamientos vanos e infantiles. Este señor podía saber mucho sobre sus áreas académicas pero distaba demasiado de un hombre libre de la atadura que la sociedad le imponía; una atadura de valores. La sociedad esta colmada de valores que desgraciadamente llevan a una «mejor vida»: la corrupción, el desprestigio, la traición…

Cierto día, José llega a un entierro funerario, como consecuencia de su profesión. Mientras andaba excavando en la tierra, en pleno medio día, el sol deja ver cierta particularidad que proviene de la tierra; algo refleja la luz del sol, desde la tierra, el reflejo golpea su cara. Tomando sus utensilios descubre delicadamente objetos arcaicos hechos en metales preciosos, haciendo a un lado la tierra que cubre tales piezas de oro macizo. Ante tal descubrimiento muchos procederíamos por el buen camino, pero este señor procedió con el robo de tales artículos; tuvo la desfachatez de robar. Las guardo en su mochila y espero a no ver a nadie para salir vilmente con las tan apreciadas piezas. Mientras esperaba a que se despejara el panorama para salir, se encontró con el designio que marcaría el fin de su existencia. Una pequeña piedra con muchos ideogramas, los cuales no recuerdo bien pero que decían algo así: «osa llevártelos y como consecuencia en el submundo amanecerás. Son las llaves de mi acceso, y si son usadas por el indigno, graves consecuencias tendrá.».

Debo aceptar que cierto morbo se apodero de mí. En cierta parte, mi responsabilidad es acabar con la porquería de la sociedad (como este personaje); pero me llenaba de curiosidad como actuaba un ser tan despreciable como José (según mi subconsciente). Mi responsabilidad con la sociedad es más evidente que nunca.

No se juega ni se irrespeta un entierro chamánico. Era lo que pensaba José en la noche. El hombre no era tan tonto después de todo, por lo menos en algo le sirvió tantos años de academia universitaria. Al momento de dormir, puso los cuatro objetos chamanicos al lado de su cama, para estar seguro de tenerlos cerca. A la madrugada, José se levantó en profundo sueño, tomó los objetos y como sonámbulo llegó hasta la tina, la llenó y se sumergió dentro del agua con las cuatro piezas rituales. Se cumplió, llego a otro mundo, utilizó las llaves de acceso. El fin de José, en el mundo del centro; y el comienzo de un nuevo día para mí.

sábado, 17 de mayo de 2008

Contradicción

Lustrabotas de profesión y con una excelente capacidad para contradecirse a si mismo. Don Guzmi, el padre de un joven de 21 años y viudo desde hacia cuatro años. El hombre llegaba cada día a su puesto ubicado en el parque al que había asistido durante quince años todos los días. En busca de un lugar para envenenar mi cuerpo con un buen cigarrillo, lo conocí.

En una tarde oscura, típicas de esta ciudad, me encontraba en un parque cercano a mi lugar de trabajo. Estando en una de las bancas que abundan en ese parque, encontré a Don Guzmi. Mientras me fumaba mi cigarrillo en la banca, llego este hombre; de estatura baja y con un overol azul, típico de los lustrabotas.

- Doctor, le hace falta una pulidita a sus zapatos

- No, gracias. Contesté.

- Mire que están feos y opacos. Insistió.

Nunca había hecho tal cosa en plena calle, pero esta vez intente darle una oportunidad al hombre en su trabajo, así resolví acceder a su insistente servicio. Don Guzmi, como lo llaman sus colegas, es el fiel resultado de este país lleno de violencia. Muchos se atreven a decir que somos pasión, pero se quedan cortos con la expresión; no se especifica que clase de pasión es la que se apodera de nosotros. Los muchos que dicen que somos pasión son en realidad unos ilusos, al creer que personas comunes como Don Guzmi son solo una pasión. Sería mejor decir que somos un cúmulo de pasiones, y que no sabemos que pasión utilizar y en donde utilizarla. En este país lleno de ignorancia y de gente estúpida, es constante ver resultados como Don Guzmi.

Mientras Don Guzmi hacia su labor, comencé a indagar. Se dio una conversación fluida y libre de tedio entre nosotros. ¿Porque interesante? El señor era un hombre muy apasionado al hablar. Solo me hablaba de política. Siempre me he marginado de tales temas, solo se los dejo a personas desprovistas de cierto grado de sentido común. Don Guzmi, era seguidor o fanático del partido del presidente de la época. Es curioso como la gente suele acudir a banalidades que otra persona les puede proporcionar. Este era el caso, su argumento principal que respaldaba la labor del presidente, era que en su barrio, había regalado varias lechonas en época de campaña. A pesar de que este era su argumento principal, logré encontrar que en el fondo, el señor sabía bastante de «su señor presidente», por lo menos el hombre conocía de sus buenas y malas decisiones en el poder, y eso era algo llamativo; que le reconociera los errores, poco común en los fanáticos políticos, y mucho menos común cuando eres comprado por un plato de comida.

Dos semanas después de conocer a Don Guzmi, la contradicción se dejo ver. El lema de este país no puede ser «somos pasión», ¿a que pasión se refiere? No podemos poner como bandera algo tan ambiguo. La pasión es difícil de controlar en determinados momentos, y fue esto lo que el señor Guzmi mostró días después. Don Guzmi, un hombre lleno de energía para defender a «su señor presidente», hizo uso de esa misma energía para matar a su hijo. «Fanático del presidente mata a su hijo», fue el titular en un periódico de mala muerte pero que la mayoría compra; así me entere de que Don Guzmi se había suicidado. Al parecer Don Guzmi mato a su hijo, en una discusión sobre política; acudió a la violencia para dejar clara su posición ideológica y lo peor era que había sido contra su propio hijo. Después de matarlo se arrojo desde un tercer piso quebrándose el cuello.

Don Guzmi es el reflejo de que la pasión que nos corre a todos sirve para matar y defender de buena o mala manera una ideología. Después se peguntan ¿porque es que la violencia es utilizada como medio para imponer una ideología en este país?

domingo, 11 de mayo de 2008

La anciana y la muerte

"It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul."
Invictus, William Henley



Nunca hablaba con nadie, cuando no hacía su trabajo se sentaba en silencio a observar la desgracia que acompañaba a otros y parecía disfrutar los gritos moribundos de los desahuciados que aparentemente cuidaba. Esa fácilmente podría ser una descripción de las acciones que en algunos momentos caracterizan mi comportamiento, si existiera algún observador dedicado e interesado por los detalles que estuviera dispuesto a hacerlo, pero en este caso soy yo el observador y me refiero a alguien más que llamó mi atención por su parecido conmigo, y más que causar escozor o incomodidad me causaba una gran curiosidad por conocer los móviles que le daban sentido a los actos de este individuo.

Era una mujer de una edad avanzada, cosa que se notaba en la cantidad de pelos que habitaban su cara y le daban esa característica masculina que me resultaba tan desagradable a la vista. Me entregué completamente al trabajo de observarla durante mis tiempos de libertad. Es por eso que durante días me describieron más callado que de costumbre. Debido a mis capacidades no fue difícil para mí llegar a algunas conclusiones en pocos días, descubrí que hacía parte del personal de limpieza del lugar y se acercaba solamente a aquellas habitaciones en las que la muerte solía hacer estragos, sin embargo nadie parecía notarla. En un principio me resultó complejo determinar si existía una relación causal entre la visita de esta dama y los acontecimientos que se desarrollaban en esos lugares, pero definitivamente esta mujer no podía ser la causante de los fallecimientos más sobresalientes, simplemente se encontraba presente en todos ellos por alguna razón.

Aquella tarde de martes la lluvia nos acompañó a todos en nuestras respectivas labores y yo embargado de felicidad por el buen clima que me acompañaba tuve la suerte de descubrir las razones de este ser tan particular. Me acerqué a realizar mi trabajo de siempre y el azar permitió que ella entrara a la habitación que yo había abandonado recientemente, la casualidad me obligó a volver por mis olvidados objetos personales y la encontré allí evitando el control del dolor de un anciano cuyo pronóstico había sido sombrío durante los últimos años. Todo se clarificó en ese momento, esta anciana disfrutaba del dolor de aquellos que de alguna manera sospechaba que pronto morirían. Para algunos sería un ser inofensivo, pero yo pude notar la representación física de la muerte en aquella mujer. Pude notar la cobardía que la caracterizaba al solo atacar a aquellos que nadie notaría, y sabía que debido a su extrema fealdad nadie la notaría a ella como la causante de tales sonidos que causaban desesperación y desagrado en los habitantes más saludables de recinto. Me produjo una gran satisfacción el abordarla y llamar su atención; ella pareció sorprendida ante mi presencia y mis reclamos, y simplemente no pudo articular frase o palabra durante algunos segundos; luego al reaccionar tomó una actitud altiva retándome a tomar acciones en su contra sobre los hechos ocurridos, sostuvo que las autoridades del lugar jamás tomarían represalias y en esos momentos de ella desbordaba una confianza que contrastaba notablemente con la actitud que antes había mostrado a todos los que habían tenido algún tipo de contacto con ella.

Sus acciones iban en contra de mis principios, no tenía otra salida más que acabar con su legado de dolor y sufrimiento. Y eso fue lo que hice. La inmovilicé con rapidez gracias a la debilidad física que le había traído la edad y con una sola dosis de un medicamento que no nombraré puse fin a sus sucias acciones. Nadie notó su ausencia, así como nadie notó su presencia en los lugares donde el dolor triunfaba. En el momento en que me libraba de sus restos vi mi reflejo en un pequeño cúmulo de agua e inmediatamente me vi como seguramente ella me vio en los momentos previos a su deceso, una representación física de la muerte, un títere encargado de realizar sus labores, o más bien un amigo de la misma que se encarga de limpiar un poco este pútrido mundo.

sábado, 3 de mayo de 2008

Paulina

"Todas las Biblias o códigos sagrados han sido la causa de los errores siguientes:
1. — Que el hombre posee dos principios reales de existencia: un cuerpo y un alma.
2. — Que la Energía, llamada Mal, no procede sino del cuerpo; y que la razón, llamada Bien, no procede sino del alma.
3. — Que Dios atormentara al hombre durante la Eternidad por haber seguido sus energías."
William Blake


En uno de esos momentos de soledad ella apareció con una llamada, con una invitación a visitar su casa campestre. Tal vez lo que necesitaba para escapar de todo sentimiento sucio que me recordara la humanidad aún existente dentro de mi ser era salir de ese ambiente completamente humanizado por medio de ladrillos y cemento; necesitaba un poco del verde de la hierba y el viento frío de la sabana. La última vez que había tenido contacto con ella su vida era un ente que escapaba de su control, la búsqueda del placer y la felicidad la habían llevado por un camino de artificialidad que finalmente parecía haber dejado.

Cuando llegué ya había anochecido, y pude disfrutar de la belleza que producía un cadáver de cánido a unos cuantos metros de la vía de entrada a su hogar. Me invitó a pasar con una amabilidad extraña en ella, había conseguido mantener una temperatura agradable dentro de la villa al destruir unos cuantos arbustos en el fuego; mi mirada se deleitaba viendo como cada pedazo de madera era consumido por la hoguera y mis oídos extasiados por el sonido que provenía de la fogata. En ese momento ella se acercó ofreciendóme una taza de té, era rojo y dulce. Recuerdo que disfrutabamos en el pasado el leer poesía juntos, sobretodo El Matrimonio entre el y el infierno que es de mis favoritas, por eso lo hicimos de nuevo en aquella ocasión.

Pasaron un par de horas en las cuales nos deleitamos al leer los pensamientos de un anciano loco antes de continuar con la conversación obligada y que habíamos tratado de evitar toda la noche, la conversación sobre nuestras vidas. Claramente me di cuenta que su obsesión por ser amada, por llevar hombres a la desesperación continuaba siendo su principal móvil; que el placer era todo lo que le interesaba y que prefería ser un personaje mediocre fácilmente manejable que soportar la angustia que le ocasionaba pensar, y meditar acerca de las acciones que tomaban todos los inidividuos que se encontraban a su alrededor. Traté de llegar al fondo de su alma y su pensamiento para averiguar que era lo que ocasionaba que una joven cuya visión superaba a la de los demás y cuya capacidad de análisis la hacía una persona bella, simplemente le diera la espalda a la realidad y solo se preocupara por ocupar sus imperfectos sentidos deformando aún más lo que sus ojos eran capaces de percibir.

Después de una charla en la que terminé molesto por su actitud de separación en la que se mostraba orgullosa de la elección que había tomado, la de pertenecer a una gran masa no pensante, egoísta, conformista y estúpida, y llegué a la conclusión que el peso de la miserableza había resultado demasiado para un frágil ser que necesita que le recuerden las bondades de si misma para alimentar un ego que no la llevó a ningún lado. La angustia que produce la soledad, el saberse diferente y superior a la gran mayoría de seres humanos crea una distancia infinita entre el entorno y el que lo es, cosa que en su caso fue imposible de soportar. Mis ojos se abrieron ante la gran luz que ella expulsaba de si misma, tratando de ser siempre algo que no era y tratando de ocultarlo por medio del consumo de sustancias que lentamente la llevarían al mismo estado de adormecimiento en el que se encuentra el mundo en general.

Allí fue mi ego el que no soportó la existencia de alguien que decidiera vendarse sus ojos por miedo a lo que podría encontrar, fui yo el que sintió desprecio por esa mujer que había desechado la forma de vida que yo había escogido para mí. Lentamente ella fue muriendo dentro de mi ser, no valía la pena conservar cerca un ente como ella. No nos volvimos a ver desde esa noche. Sin embargo aún recuerdo las últimas palabras que me dijo desde el pórtico mientras nos despedíamos: "El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría". En ese momento tomó una confitura de hachís y se encerró, como tratando de encerrar su mente y evitar el miedo, y la ansiedad que esta le producía.