sábado, 5 de abril de 2008

La llamada

Finalmente recibí la llamada. Tomé un libro, mis elementos de trabajo y salí de mi departamento, bajé por las escaleras los seis pisos que me separaban del garaje subterráneo, luego caminé hasta la puerta de mi automóvil y lo conduje a través de la carrera séptima para tomar la calle ochenta y cinco hacia el occidente, dos cuadras; en segunda viro a la derecha y dos cuadras más, derecho, una a la izquierda y llegué. Me recibieron con gran expectativa, como si fuera una especie de quijote, luego me guiaron a la pieza donde se encontraba el que realmente me interesaba. Al llegar golpearon la madera y de allí salió un enviado de un algún dios inexistente, me causó mucha gracia que practicaran este tipo de cosas al mismo tiempo que me llamaban para que acabara con su sufrimiento. Atravesé el pórtico y escuché entonces un suspiro de alivio proveniente del cuidador al mismo tiempo que a través de mis narinas, atravesando mis vibrisas, llegaba a mis neuronas el nauseabundo hedor que provenía de las fauces de quien se encontraba en la cama; ese olor característico que se formaba por la mezcla de la saliva seca, de bacterias y de la muerte de algunos de sus tejidos; una visión memorable. Trataron de hacer que me sintiera cómodo, las luces eran plácidamente tenues y me brindaron un vaso de güisqui “on the rocks” que yo amablemente rechacé, si acaso pensaron que yo necesito algún tipo de ayuda externa para hacer lo que me corresponde, les quedó claro que prefiero hacerlo en completo dominio de mi ser.

Les pedí privacidad y lentamente fueron despidiéndose, entre sollozos, de quien había sido su protector, padre y amigo; cuando me encontré a solas con él lo miré y traté de buscar restos de vida en su cuerpo –en sus manos resecas que dejaban ver los polígonos que formaban sus células, en su boca que expulsaba ese material verdoso y filante, y en último lugar traté de encontrar vida en sus ojos fijos, hundidos, perdidos y degenerados formando la facies hippocratica que tanto hablaba acerca de la proximidad de su muerte – pero perdí mi tiempo, ni siquiera valía la pena hablar; encontrar un cuerpo ya sin vida pero aún con la misma no es divertido, mi trabajo en ese momento se limitaba a esperar. Tomé la jeringa, le introduje la pócima en la misma y la apliqué en el catéter que disponía para eso; y me senté en el sofá al frente de su cama a esperar, ya me había acostumbrado a su repugnante estado.

“The result was, that I remained half-naked, half-drowned, gasping, choaking, and delirious with rage, shame, and fear, when I was summoned to attend the Bishop, who, surrounded by the Superior and the community, awaited me in the church. This was the moment they had fixed on–I yielded myself to them. I said, stretching out my arms, 'Yes, drag me naked, mad–religion and nature alike violated in my abused figure–before your Bishop. If he speaks truth,–if he feels conscience,–woe be to you, hypocritical, tyrannical wretches. You have half-driven me mad!–half-murdered me, by the unnatural cruelties you have exercised on me!–and in this state you drag me before the Bishop! Be it so, I must follow you.' As I uttered these words, they bound my arms and legs with ropes, carried me down, and placed me at the door of the church, standing close to me. The Bishop was at the altar, the Superior near him; the community filled the choir. They flung me down like a heap of carrion, and retreated as if they fled from the pollution of my touch. This sight struck the Bishop: He said, in a loud voice, 'Rise, unhappy, and come forward.' I answered, in a voice whose tones appeared to thrill him, 'Bid them unbind me, and I will obey you.' The Bishop turned a cold and yet indignant look on the Superior, who immediately”

Después de mucho esperar un estado delirante se apoderó del anciano y la vida apareció de los más profundos rincones de su alma, donde seguramente se encontraba escondida y temblando de miedo ante la llegada de su hermana mayor; las palabras incoherentes que escupía llamaron la atención de los habitantes de esa casa quienes se acercaron lo más que pudieron a la habitación sin pensar que el piso de madera podría delatarlos, le aplique una nueva dosis sin prestar atención a los necios familiares. Pero ya no había mucho que hacer, las palabras dejaron de salir y entró en un estado de estupor en el que el estridor era lo único que se podía apreciar. Otra dosis, y de nuevo una inmediata tranquilidad se apoderó del ambiente hasta que lentamente su cuerpo se unió a su mente (que se había extinto hacía mucho tiempo). A pesar de ser un actor de reparto, alguien pasivo, en esos momentos es cuando me siento cercano a ser una divinidad, alcanzo niveles de placer que ninguna estimulación física podría propinarme jamás; y soy yo el dios que los acompaña y los guía a la Duat, soy Anubis, Imeuf, Inpu; en esos momentos soy el señor de esta tierra, esta Necrópolis.

Sus familiares insistieron en pagarme, por brindarle la muerte más placentera posible; mas yo rechazo nuevamente a sus cosanguíneos pues estoy seguro que yo disfrute mucho más de su muerte que él mismo, su cerebro fundido no se lo permitía ya. Debo admitirlo me divierte observar la decadencia del ser humano, verlo reducido a lo que realmente es, verlo reducido a su esencia única, animal y primitiva. Me despedí afectuosamente contrastando con el ambiente lúgubre que se fue apoderando de la sala de estar de esa casa. Fue como si de pronto la luz amarilla se tornara más pálida, y la noche se hiciera más oscura.

Tomé mi auto, bajé por la calle hasta la carrera 15, los policías buscaban algún ebrio descuidado (me pregunto si no lo serán todos) mientras yo, satisfecho, pude llegar a mi templo. Una noche más de tranquilidad y relajación, eso es lo que todo hombre necesita antes de dormir. Acercarse lo más posible a la muerte, para no temer al hecho de algún día no despertarse jamás y desvanecerse para siempre.

1 comentarios:

COLECTIVO TEXTUAL dijo...

Muy bueno. Me encantó la imagen en la cual de actor de reparto pasa a sentirse Anubis. El texto me hace preguntar qué tipo de doctor querría yo realmente recibir en una circunstancia así, si uno misántropo o uno filántropo. Felicitaciones por el blog.