sábado, 15 de marzo de 2008

Alceste

«…no me cierra los ojos sobre los defectos que le encuentran, y, pese a la gran pasión que me inspira, soy el primero en notarlos así como en condenarlos.» Moliere, El Misántropo



Lo encontré, para mi desgracia, lo encontré… algunos dicen que hacemos las cosas, simplemente por inercia, pues ese día, era el día en que me deje llevar por ella.

Saliendo de mi refugio, fastidiado de estar allí todo el día, en mi aislado mundo; empero, el único lugar en el que puedo marginarme de ese mundo exterior en el que no escogí vivir; ese mundo hipócrita, de ojos cerrados, en el que con cada paso, se siente mas y mas el pestilente y nauseabundo olor a sociedad corrupta.

Simplemente decidí salir a dar una pequeña y ligera vuelta en medio de la lluvia que tanto me gusta ver y sentir. Deambulando en medio de la noche y sin rumbo determinado, llegue a un pequeño bar llamado «Alceste»; un bar típico para mi: pequeño, bien decorado por fuera, y tenia cierto aire ingles, lo que me hacia deducir que podía ser un Pub ingles.

No se por qué, pero este lugar maravilloso me cautivaba de cierta manera y, tal vez eran sus detalles sutiles: sus puertas en madera fina, y roídas por el pasar del tiempo; las ventanas con cristales resplandecientes, con marcos en los cuales los pequeños detalles, las hacían más intrigantes, y al bar mas fino. Paradójicamente, este bar que tanto sentimiento me producía, al mismo tiempo me proporcionaba inseguridad, como si, algo me dijera que no estaba bien tomarle aprecio. Pero era irresistible, era un bar hecho para mí. Sentía como este antro, simplemente me tenía aturdido con su particular forma de presentarse ante mí.

Quise entrar, y embriagarme con sus fluidos, pero decidí esperar y observar que tipo de gente entraba allí. Estando parado, en frente, al otro lado de la calle, esperé que la gente comenzara a llegar. Lo que mas temí, se hizo realidad, cada vez entraban mas personas y era mayor mi odio hacia tan cautivador bar. Llegada las diez de la noche, el desfile de carros lujosos de última generación comenzaba; autos que representaban muy bien a sus ocupantes. Carros oscuros y grandes; yo siempre he dicho que estas bestias de acero parecen grandes rinocerontes negros a los cuales hay que temerles cuando andan en manada, ya que son capaces de pasarte por encima sin siquiera mirar atrás. Los entes vivientes que salían de estas bestias eran simples cúmulos de hedonismo y banalidad a simple vista, llenos de orgullo falso y con ansias de más.

No podía concebir que tan hermoso lugar, fuera invadido por esta clase de gente, la cual muy fácilmente podía utilizarlo hasta llegar a pudrir su estructura desde dentro y dejarlo abandonado como es clásico de esta sociedad burguesa y así acabar con tan tremenda hermosura. En mi mente rondaba la idea de tener algún poder sobrehumano, de poder transformar este majestuoso antro, en un ser humano, para poderlo cachetear; todo con tal de hacerlo reaccionar ante tal degradante situación, la de sucumbir ante esta clase de personas. Aunque, por un lado me complacía saber, que proporcionaba mas estupidez para los estúpidos, con tanto licor y trivialidades, típicas en los medios hipócritas de sus ocupantes.

Llegando la media noche, no pude mas ver este circo. Con gran remordimiento de contemplar tal belleza corroída por el desatino propio de la humanidad volví a mi refugio. Cavilando… Lo encontré, ese sentimiento hecho bar. Después de todo, era vano, sucumbía ante la tentación, a la necesidad de dinero, así como yo sucumbo a la necesidad de su amor.

2 comentarios:

maria paula dijo...

Bueno Dieguito te cuento que me gusto mucho el cuento, escribes muy bien y espero que sigas aprovechando ese talento innato.

Margarita Sofía dijo...

En este cuento se refleja perfectamente tu personalidad, aunque es algo frio paa mi gusto, esta bien escrito y tiene buena trama, aunque te excediste con las comas....sigue explotando esta vea artistica.jijiji....