sábado, 29 de marzo de 2008

Un segundo

Al mirar hacia la pared, lo observe. Yo sabía que debía, sabía que era hora. Era como si su cara plana llena de manchas me impusiera el momento que mas he temido desde hace algún tiempo. Aborrezco la hora en que tengo que acostarme a dormir. Posar mi cuerpo en esa cómoda cama al mismo tiempo que el insomnio me consume es desesperante. Insomnio, te abre a un mundo atestado de recuerdos, pensamientos, miedos, alegrías; un mundo en el que estas petrificado del terror por no encontrar salida alguna a esa divagación eterna.

Añoro esos días en donde podía encontrar refugio de este mundo, en uno de esos sueños, que tanto me gustaban en el pasado. Siendo un niño muchas veces monté en tren junto a mi familia extensa; no olvidare ese olor intenso que se acumula en los vagones. Dentro del vagón con la primera inhalación de aire, el bombardeo a mi mente comenzaba, tenía la fortuna de poder experimentar en un solo segundo las múltiples sensaciones que este almizcle contenía. Este olor me hablaba, en cierta forma, por medio de gestos que solo la mente puede interpretar y relacionar basándose en los recuerdos, las personas, las acciones, las vivencias… simplemente recuerdos. El recuerdo, aliado indiscutible de mi insomnio.

Definitivamente los estúpidos pueden ser los hombres mas felices de la tierra, el despreocuparse de todo y de todos, la ausencia de preocupaciones que tanto atormentan a los que son como yo. Desgraciada necesidad de sueño, cuando este no es figura de descanso sino una constante tortura a la que no tengo forma de acceder, a este dulce y exquisito manjar mental. Las ideas vienen y van, con nuevas y viejas formas como un ciclo tortuoso, haciendo más insoportable callar mi propia razón.

Los latidos de mi corazón son cada vez más fuertes y bulliciosos, se confunden con el tic tac proveniente de la pared y el aire, maravilloso, puedo sentirlo entrando y saliendo de mi cuerpo… mas el tic tac del reloj es insoportable. Si la claustrofobia mental existe, debe ser esta sensación que tan bien conozco; pertenecer a tus recuerdos y girar eternamente en una sola idea de la cual me es imposible de escapar, y que por el contrario en vez de disiparse temo se sumen más y más a este ciclo dañino.

Aunque mi soledad se mezcla con mi angustia de pensamiento, sinceramente no me siento solo, tal como Flaubert dice: «Los recuerdos no pueblan nuestra soledad, como suele decirse; antes al contrario, la hacen más profunda». Si me dieran a escoger entre estar acompañado de ciertos personajes de la vida diaria, preferiría mil veces estar acompañado en mi soledad, junto a mis pensamientos, así estén pudriendo mi mente con realidades y fantasías combinadas en una sola.

Sin quitar mi mirada de esta cara plana con manchas, soy conciente que el tiempo se elonga en mi mente y en la realidad sigue siendo el mismo. Lo mejor es poder tener miles de ideas que lucubrar en un segundo.

domingo, 23 de marzo de 2008

Castigo

Al entrar a su habitación por primera vez supe que yo no podía hacerlo. Ese día la luz del sol entraba de una manera única, particular y el ambiente estaba lleno de su luz naranja; y según recuerdo me llamó la atención la manera como le golpeaba el rostro un haz del mencionado color acentuando ciertas características de su rostro.

Me acerqué y le hablé de la manera más cariñosa posible - dudando de su capacidad para entenderme- pero tratándola de la manera más digna posible. Mi pensamiento me lleva a concluir que tanto para un infante de ocho años como para un adulto de cincuenta y dos es poco agradable estar postrado con un agujero en la tráquea y con los músculos de las extremidades contraídos de una manera sostenida sin tener la posibilidad de relajarlos, sufriendo de dolores indescriptibles a causa de esto.

"Paciente incapaz de comunicarse con el entrevistador" leí en su historia, y no pude evitar reírme. Al entrar en contacto con ella lo primero que hizo fue comunicarse conmigo, no a través del lenguaje, pero ¿no es la comunicación un concepto más amplio? Su expresión de dolor, esa manera de cerrar los ojos, de fruncir el ceño y levantar las comisuras labiales me hacía meditar acerca de nuestra capacidad para admitir que la ineptitud para comunicarse reside en nosotros, que estamos limitados por el lenguaje y algunos gestos que lo acompañan pero que hemos aprendido de manera inconsciente con el pasar del tiempo. Es difícil admitir nuestras debilidades y mucha más nuestra incompetencia.

Ella tiene solo ocho años y ya ha perdido su dignidad y aquello donde reside su humanidad. Un acto de negligencia que culminó con la falta de elementos vitales para el funcionamiento adecuado de su cerebro ocasionó un daño irreversible destruyendo regiones necesarias, algunas incluso para vivir. Pero aparece entonces un héroe que no es capaz de cargar con el peso de una muerte sobre su espalda, un cobarde que no es capaz de aceptar sus errores, o peor aún un héroe surgido del temor ante un sistema judicial que promulga normas que no son iguales para todos; ese héroe evita un final rápido y menos doloroso y la trae de vuelta para que sufra el resto de su existencia que él mismo es capaz de prolongar indefinidamente. Incapaz de alimentarse, eso es suficiente para morir de manera natural. Es por eso que a ella no puedo odiarla, no era capaz de hacerse odiar, no tenía la madurez necesaria y era solo un trabajo sin terminar.

Ahora es solo una carga o un gasto de recursos, eso le dicen con su mirada. Concluí que ella merece descansar, pero no es mi mano la que va a arreglar errores ajenos. No soy un salvador, no soy un héroe. Por eso he traído hoy ante ella, a ese que impidió su temprano final y que demostró odiarla sin tener razón alguna; a ese que alargó su sufrimiento, el que debe terminar su trabajo, el que llora ahora de arrepentimiento y de miedo al ver lo que sucede.

Lleva tres días conmigo en perfecta agonía, aunque les parezca que tres días son pocos para un ser despreciable como él yo les recuerdo que lo importante no es su sufrimiento mas si lo es el de la pequeña. Finalmente es capaz de terminar su trabajo y le doy su espacio, lo dejo a solas, para que disfrute de su obra de arte a la cual llamaría "Noventa días de dolor". Dejo que algunas horas pasen y luego entro y observo un mejor espectáculo, ahí está mi obra de arte: "El suicidio de un Héroe".

sábado, 15 de marzo de 2008

Alceste

«…no me cierra los ojos sobre los defectos que le encuentran, y, pese a la gran pasión que me inspira, soy el primero en notarlos así como en condenarlos.» Moliere, El Misántropo



Lo encontré, para mi desgracia, lo encontré… algunos dicen que hacemos las cosas, simplemente por inercia, pues ese día, era el día en que me deje llevar por ella.

Saliendo de mi refugio, fastidiado de estar allí todo el día, en mi aislado mundo; empero, el único lugar en el que puedo marginarme de ese mundo exterior en el que no escogí vivir; ese mundo hipócrita, de ojos cerrados, en el que con cada paso, se siente mas y mas el pestilente y nauseabundo olor a sociedad corrupta.

Simplemente decidí salir a dar una pequeña y ligera vuelta en medio de la lluvia que tanto me gusta ver y sentir. Deambulando en medio de la noche y sin rumbo determinado, llegue a un pequeño bar llamado «Alceste»; un bar típico para mi: pequeño, bien decorado por fuera, y tenia cierto aire ingles, lo que me hacia deducir que podía ser un Pub ingles.

No se por qué, pero este lugar maravilloso me cautivaba de cierta manera y, tal vez eran sus detalles sutiles: sus puertas en madera fina, y roídas por el pasar del tiempo; las ventanas con cristales resplandecientes, con marcos en los cuales los pequeños detalles, las hacían más intrigantes, y al bar mas fino. Paradójicamente, este bar que tanto sentimiento me producía, al mismo tiempo me proporcionaba inseguridad, como si, algo me dijera que no estaba bien tomarle aprecio. Pero era irresistible, era un bar hecho para mí. Sentía como este antro, simplemente me tenía aturdido con su particular forma de presentarse ante mí.

Quise entrar, y embriagarme con sus fluidos, pero decidí esperar y observar que tipo de gente entraba allí. Estando parado, en frente, al otro lado de la calle, esperé que la gente comenzara a llegar. Lo que mas temí, se hizo realidad, cada vez entraban mas personas y era mayor mi odio hacia tan cautivador bar. Llegada las diez de la noche, el desfile de carros lujosos de última generación comenzaba; autos que representaban muy bien a sus ocupantes. Carros oscuros y grandes; yo siempre he dicho que estas bestias de acero parecen grandes rinocerontes negros a los cuales hay que temerles cuando andan en manada, ya que son capaces de pasarte por encima sin siquiera mirar atrás. Los entes vivientes que salían de estas bestias eran simples cúmulos de hedonismo y banalidad a simple vista, llenos de orgullo falso y con ansias de más.

No podía concebir que tan hermoso lugar, fuera invadido por esta clase de gente, la cual muy fácilmente podía utilizarlo hasta llegar a pudrir su estructura desde dentro y dejarlo abandonado como es clásico de esta sociedad burguesa y así acabar con tan tremenda hermosura. En mi mente rondaba la idea de tener algún poder sobrehumano, de poder transformar este majestuoso antro, en un ser humano, para poderlo cachetear; todo con tal de hacerlo reaccionar ante tal degradante situación, la de sucumbir ante esta clase de personas. Aunque, por un lado me complacía saber, que proporcionaba mas estupidez para los estúpidos, con tanto licor y trivialidades, típicas en los medios hipócritas de sus ocupantes.

Llegando la media noche, no pude mas ver este circo. Con gran remordimiento de contemplar tal belleza corroída por el desatino propio de la humanidad volví a mi refugio. Cavilando… Lo encontré, ese sentimiento hecho bar. Después de todo, era vano, sucumbía ante la tentación, a la necesidad de dinero, así como yo sucumbo a la necesidad de su amor.

sábado, 8 de marzo de 2008

Hipocresía

Hubo algo en él, que desde el principio me pareció intrigante. Tal vez esa forma de mirar por la ventana la decadente vida de la sociedad humana manteniendo la misma expresión durante horas sin dar muestras de aburrimiento era lo que más llamaba mi atención. Con solo verlo me daba cuenta que su vida era una antorcha con un fuego a punto de extinguirse, y mis ansias de charlar con él iban en aumeno pues el tiempo estaba en mi contra y no quería que alguien más hiciera mi trabajo.

Las cosas se dieron naturalmente el día en que su rostro cambió y el dolor dejaba marcas en su expresión, y fue allí cuando tuve la oportunidad de acercarme y brindarle una última charla, mientras su estado general se deterioraba aún miraba por la ventana.

Esa conversación trataré de reproducirla con el mayor de los aciertos, pues mi mente es imperfecte e incompleta, las primeras preguntas fueron las de rigor y no vale la pena exponerlas acá, finalmente hice la pregunta que tenía en mente desde hace algún tiempo:
-¿Que tanto le divierte mirar por la ventana?

Me miró desconcertado pero respondió:
- Son los hombres los que me divierten, ¿no ve como llevan sus vidas? Son todos unos farsantes y mentirosos, viven en una gran burbuja de mentira, la respiran todo el tiempo. Es divertido verlos como lentamente se dan cuenta que esta es una vida miserable y que no merece la pena vivirla- Hizo una pausa como esperando una reacción en mi que no ocurrió y luego continuó- Por mi ya no me preocupo, los caballeros fantasmas vienen por mi cabeza en menos tiempo del que muchos creen, menos del que usted seguramente cree, y doctor, si me permite haerle una pregunta ¿tiene algo de malo burlarse y disfrutar de las desgracias ajenas mientras espero que el cancer me de una lenta y dolorosa muerte que la he venido experimentando desde hacealgún tiempo?

- No es mi trabajo juzgarlo, usted lo hace por si mismo, justificando sus acciones y su propia maldad por medio de una enfermedad. Yo no podría juzgarlo pues disfruto mi trabajo y este incluye ver morir lentamente a los internos de este recinto hospitalario; disfruto ver la muerte y estar rodeado de ella, y seguramnte disfrutaré también el momento de su muerte, más que el de ningún otro paciente que haya pasado por mis manos, porque lo acabo de conocer y darme cuenta de su hipocresía, a pesar de que tiene los ojos abiertos para ver y disfrutar el ácido humor que nos proporciona el azar, y la vida misma. Disfrutaré el ver como finalmente se gana su libertad y como lentamente y probablemente con dolor se irán soltando las ataduras que lo mantienen en este sucio mundo para finalmente desaparecer en la nada, y nadie lo recordará en algunos años y su vida fue tan valiosa como la de otros tantos que han pasado por acá. ¡Nada valiosa!

Aquel anciano sonrió al escuchar mis palabras.
- El verdadero enfermo acá es usted, pues mientras la naturaleza de mi ser fue cambiando con el tiempo, solo con el hecho de experimentar el dolor en mi propio ser fue cuando aprendí a disfrutar el observarlo en los demás. En cambio su alma podrida disfruta el dolor de aquellos que no lo escogieron, el dolor de los desahuciados, de los moribundos y de los olvidados. Yo disfruto verlo en aquellos que se hunden por sus propios medios, usted en cambio de aquellos que sufren por el azar.

- A aquellos que usted observa no tendría sentido observarlos, no son especiales, son idiotas e imbeciles al igual que usted lo era y lo es en algunos sentidos, no aportan nada a la especie humana, cuya mayoría debería simplemente desaparecer pues son solo parásitos.

Mientras pronunciaba estas palabras continuaba brindandole el medicamento apropiado para hacer desaparecer su dolor.

- Usted podría liberarme sin ningún remordimiento. Usted es el mismo diablo.

Esas fueron las últimas palabras que pronunció antes de que comenzaran los efectos iniciales de la dosis letal que terminaba de brindarle. Se ganó su boleto de salida de este enfermo mundo, pero era igual a todos, creyéndose con el derecho de juzgar los motivos y las acciones. Se creyó capaz de juzgar mi odio hacia todos los de su clase.


Escrito por SergioMC