Sus besos sabían a tristeza. Pero a diferencia de la amarga tristeza a la cual estaba costumbrado esta era una tristeza dulce. Una tristeza nostálgica que tenía gusto a mango y aroma de guayaba. Me pregunté si podía ser esa la cura de la misantropía.
Me di cuenta que estaba esperando morir.
martes, 9 de junio de 2009
Absorptus
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4 comentarios:
Veo que has cambiado el nombre de tu blog... O, más bien, le agregaste algo, ¿o estoy mal?
Por lo general no sé qué comentar cuando la gente escribe entradas como las tuyas, me refiero a que son muy buenas. Esta me recordó a una canción que dice que "por qué se siente tan bien sentirse tan triste". Y eso me hace acordarme de un libro que no recuerdo realmente cómo se titula, pero es en defensa de la melancolía.
Saludos =)
Hay algo perturbador en la serena fluidez de tus palabras.
Sandra, si se ha presentado un pequeño cambio, lígero, es la propia evolución del que cuenta, que no soy yo.
Y honradísima Dama, espero que lo perturbador no te aleje de leerme.
Por lo general aquel que escribe no lo hace para esperar algun comentario sino para liberar algun demonio o al menos aprender a vivir con el. Con lean lo que aquí está es suficiente.
Sergio
A tiempo entonces.
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